Fuente: National Geographic.
Japón ha afirmado que acatará la decisión del Tribunal Internacional de Justicia de las Naciones Unidas que le exige dejar de cazar ballenas en la Antártida.
A pesar de que siempre afirmaron que la caza de ballenas jorobadas, rorcuales comunes y ballenas de minke en la zona tenía finalidad científica, el Tribunal de la Haya ha establecido que el programa puede ser considerado como comercial.
La Comisión Ballenera Internacional prohibió en 1986 la pesca comercial de ballenas y la mayoría de los países que forman parte, incluido Japón, aceptaron la prohibición.
«Estamos decepcionados, pero acataremos la decisión del Tribunal Internacional», afirman desde las autoridades.
Hasta ahora, Japón ha seguido cazando ballenas en base a una disposición de la prohibición conocida como Artículo Ocho, que permite la caza para fines científicos lo que, según Leigh Henry, del Fondo Mundial para la Naturaleza, ha sido una manera de agarrarse a una laguna jurídica.
La denuncia llegó al Tribunal de manos de Australia, con el apoyo de Nueva Zelanda, que defendía que el programa japonés no se basaba en principios científicos, lo que ha sido negado por el país nipón, manifestando la necesidad de matar ballenas para conseguir información biológica básica de estos animales, especialmente relacionados con la reproducción.
Sin embargo, desde algunos grupos se defiende que para ello no es necesario matarlas, pues se puede tomar una pequeña porción de piel o de grasa y hacer una biopsia, lo que ofrece muchos datos sobre el estado reproductivo. En cambio, afirman que las ballenas, después de servir a fines científicos, acaban en el mercado, donde son vendidas para el consumo.
Los parientes más pequeños de las ballenas, como los delfines o las marsopas, siguen siendo animales codiciados para la caza, situándose de nuevo Japón en el centro de la polémica con la matanza de Taiji.
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