Fuente: DW.
No solo dictadores y torturadores violan los derechos humanos. Matthias von Hein opina que estos también se ven amenazados por el cambio climático y los países que lo provocan.
Exactamente 19 kilómetros separan el Palais de Chaillot, en París, del aeropuerto Le Bourget. El recorrido en auto entre ambos lleva unos tres cuartos de hora. En estos días se escribe historia –aún no está claro si en el buen o en el mal sentido- en el recinto del aeropuerto. Hace 67 años, se escribió en Le Bourget. Allí se promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desde entonces, el 10 de diciembre se celebra el Día de los Derechos Humanos.
Este año vuelve a haber motivos suficientes para luchar contra la aplicación de la pena de muerte: China, Irán, Arabia Saudí... También se producen muchos casos de torturas, violencia policial y represión de la libertad de expresión. Por otra parte, es digna de aplauso la merecida concesión este año del Premio Nobel al Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez.
El cambio climático y los derechos humanos
Se puede apelar a los negociadores del clima para que superen sus diferencias recordando el artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el que garantiza el derecho a la vida. Actualmente, el cambio climático mata de forma pasiva, ya sea directa o indirectamente. De forma directa, por ejemplo, porque los llamados “fenómenos climáticos extremos” han aumentado considerablemente.
En los veinte años transcurridos entre 1995 y 2014, más de medio millón de personas han muerto debido a ciclones tropicales e inundaciones. Los patrones climáticos son demasiado complejos como para definir claramente sus causas. El hecho es que los “fenómenos climáticos extremos” aumentan, tal y como habían predicho los investigadores del clima.
El cambio climático también mata de forma indirecta, desestabilizando países. Por ejemplo, en Siria: la guerra civil con sus cientos de miles de muertos y millones de desplazados siguió a unos años de extrema sequía. Un millón y medio de campesinos abandonaron el campo y emigraron a la ciudad, en un momento en el que el país luchaba contra el masivo flujo de refugiados procedente de Irak. Incluso las sociedades más estables se tambalearían ante tales condiciones. A esta situación se añadieron en Siria el mal gobierno y los incendiarios externos.
El cambio climático como riesgo para la seguridad
El ejemplo: Boko Haram. No es casualidad que el surgimiento del grupo terrorista tenga lugar cuando desaparece el lago Chad. Si el sustento central para 30 millones de personas, entre agricultores, ganaderos y pescadores, se reduce a la vigésima parte de su superficie, se intensifica la lucha por el reparto de los restos.
Cuando se extienden la pobreza y la falta de perspectivas, resulta más fácil al grupo terrorista postularse como alternativa ante los jóvenes. Incluso las Fuerzas Armadas de EE. UU. ha reconocido que el cambio climático supone un riesgo para la seguridad. Es evidente que el ascenso de las temperaturas provocará enormes flujos de refugiados y grandes desplazamientos. Habrá que luchar con más fuerza por el acceso a los recursos, especialmente al agua. Y ese acceso no se producirá siempre de forma pacífica. Está claro que aumentará el hambre en el mundo. Esta humanidad increíblemente rica no consigue satisfacer el hambre de todos. Cada tres segundos muere de hambre una persona en el mundo.
El cambio climático, peligroso para la humanidad
¿Debemos aceptar todo esto? ¿Por qué razón: por comodidad, por costumbre? ¿Por falta de ideas sobre cómo organizar la vida y la economía de forma justa y sostenible? ¿Porque los intereses económicos son demasiado poderosos? Todo el mundo entiende que no se puede seguir así. En París, los países industrializados deben implementar efectivas medidas de reducción de emisiones. Y los demás también. No se trata del planeta, que continúa adelante sin nosotros. Se trata del destino del ser humano.
No solo dictadores y torturadores violan los derechos humanos. Matthias von Hein opina que estos también se ven amenazados por el cambio climático y los países que lo provocan.
Exactamente 19 kilómetros separan el Palais de Chaillot, en París, del aeropuerto Le Bourget. El recorrido en auto entre ambos lleva unos tres cuartos de hora. En estos días se escribe historia –aún no está claro si en el buen o en el mal sentido- en el recinto del aeropuerto. Hace 67 años, se escribió en Le Bourget. Allí se promulgó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desde entonces, el 10 de diciembre se celebra el Día de los Derechos Humanos.
Este año vuelve a haber motivos suficientes para luchar contra la aplicación de la pena de muerte: China, Irán, Arabia Saudí... También se producen muchos casos de torturas, violencia policial y represión de la libertad de expresión. Por otra parte, es digna de aplauso la merecida concesión este año del Premio Nobel al Cuarteto para el Diálogo Nacional en Túnez.
El cambio climático y los derechos humanos
Se puede apelar a los negociadores del clima para que superen sus diferencias recordando el artículo 3 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el que garantiza el derecho a la vida. Actualmente, el cambio climático mata de forma pasiva, ya sea directa o indirectamente. De forma directa, por ejemplo, porque los llamados “fenómenos climáticos extremos” han aumentado considerablemente.
En los veinte años transcurridos entre 1995 y 2014, más de medio millón de personas han muerto debido a ciclones tropicales e inundaciones. Los patrones climáticos son demasiado complejos como para definir claramente sus causas. El hecho es que los “fenómenos climáticos extremos” aumentan, tal y como habían predicho los investigadores del clima.
El cambio climático también mata de forma indirecta, desestabilizando países. Por ejemplo, en Siria: la guerra civil con sus cientos de miles de muertos y millones de desplazados siguió a unos años de extrema sequía. Un millón y medio de campesinos abandonaron el campo y emigraron a la ciudad, en un momento en el que el país luchaba contra el masivo flujo de refugiados procedente de Irak. Incluso las sociedades más estables se tambalearían ante tales condiciones. A esta situación se añadieron en Siria el mal gobierno y los incendiarios externos.
El cambio climático como riesgo para la seguridad
El ejemplo: Boko Haram. No es casualidad que el surgimiento del grupo terrorista tenga lugar cuando desaparece el lago Chad. Si el sustento central para 30 millones de personas, entre agricultores, ganaderos y pescadores, se reduce a la vigésima parte de su superficie, se intensifica la lucha por el reparto de los restos.
Cuando se extienden la pobreza y la falta de perspectivas, resulta más fácil al grupo terrorista postularse como alternativa ante los jóvenes. Incluso las Fuerzas Armadas de EE. UU. ha reconocido que el cambio climático supone un riesgo para la seguridad. Es evidente que el ascenso de las temperaturas provocará enormes flujos de refugiados y grandes desplazamientos. Habrá que luchar con más fuerza por el acceso a los recursos, especialmente al agua. Y ese acceso no se producirá siempre de forma pacífica. Está claro que aumentará el hambre en el mundo. Esta humanidad increíblemente rica no consigue satisfacer el hambre de todos. Cada tres segundos muere de hambre una persona en el mundo.
El cambio climático, peligroso para la humanidad
¿Debemos aceptar todo esto? ¿Por qué razón: por comodidad, por costumbre? ¿Por falta de ideas sobre cómo organizar la vida y la economía de forma justa y sostenible? ¿Porque los intereses económicos son demasiado poderosos? Todo el mundo entiende que no se puede seguir así. En París, los países industrializados deben implementar efectivas medidas de reducción de emisiones. Y los demás también. No se trata del planeta, que continúa adelante sin nosotros. Se trata del destino del ser humano.
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