Los precios inmobiliarios nunca bajan a nivel nacional en Estados Unidos. Los países de la zona euro no caen en cesaciones de pagos. Arabia Saudita no permitirá el colapso del precio del petróleo. La demanda china de materias primas es infinita.
Estos son algunos de los supuestos más preciados de los inversionistas y los gobiernos durante la última década que justificaron billones de dólares de inversión y deuda. La crisis de las hipotecas en EE.UU. y la de la deuda de la zona euro demuestran las consecuencias devastadoras que ocurren cuando tales premisas resultan equivocadas.
Algo similar puede estar ocurriendo ahora. La pronunciada desaceleración del sector industrial chino y de los precios del petróleo han tomado por sorpresa a inversionistas, empresas y autoridades. Eso no quiere decir que se avecine una crisis o una recesión, pero podría significar que la economía y los mercados estadounidenses se verán más afectados que lo que permitiría suponer dada la importancia relativa de China o del petróleo.
Las exportaciones a China constituyen menos de 1% del Producto Interno Bruto anual de EE.UU., que es un importador neto de petróleo, por lo que un descenso de los precios del crudo debería ser positivo.
Algunos economistas estiman que EE.UU. apenas se expandió 0,5% en el cuarto trimestre de 2015. El sector manufacturero podría estar en recesión: durante dos meses, el índice de gerentes de compras que elabora el Instituto de Gestión de Suministros ha estado por debajo de 50, lo que indica una contracción.
Al cierre del miércoles, el mercado de valores de EE.UU. acumulaba una caída de más de 10% desde su máximo, mientras que el Promedio de Transporte Dow Jones y el índice Russell 2000, que sigue el desempeño de pequeñas empresas, retrocedieron 27% y 22%, respectivamente.
Hay que echarle la culpa al drástico cambio de ánimo del mercado.
China es el mayor consumidor mundial de numerosas materias primas: hasta octubre de 2015 representó alrededor de la mitad del consumo mundial de aluminio, cobre, níquel y zinc, de acuerdo con BCA Research, una firma de asesoría de inversión. En 2012, el Fondo Monetario Internacional pronosticó que entre 2015 y 2017 China crecería un promedio de 8,6% al año. Esta clase de predicciones llevó a muchos proveedores a invertir en capacidad adicional, suponiendo que el apetito de China crecería indefinidamente.
No se dieron cuenta de que los propios líderes chinos habían llegado a la conclusión de que ese crecimiento, impulsado por un endeudamiento excesivo, era insostenible. El año pasado, China se expandió cerca de 7% y la meta informal del gobierno para este año es de 6,5%, algo que muchos economistas privados consideran excesivo. Los sectores que más consumen commodities -industria pesada y construcción- han liderado la desaceleración.
"El gasto en desarrollo de recursos se basó en una extrapolación lineal de la demanda china, que como acaba de verse fue demasiado optimista", dice Jason Thomas, director de investigación de Carlyle Group, una firma de private equity.
EE.UU. no vende muchas materias primas directamente a China, pero comercia con países que sí lo hacen. El crecimiento de estos países se desplomó de la mano de los precios de los commodities, generando una fuga de capitales y fortaleciendo el dólar a expensas de las monedas locales. Esto complica a las exportaciones estadounidenses.
El cambio de parecer respecto del petróleo ha sido más drástico. Entre 2011 y principios de 2014 el barril Brent, la referencia global, se ubicó casi siempre por encima de US$100 el barril. "Uno tenía la ilusión de que era sostenible porque la volatilidad era muy baja", dice Paul Cheng, analista de Barclays. "A principios de 2014, el supuesto general de la industria era que no podía caer por debajo de US$90 porque Arabia Saudita lo impediría".
Esto dio lugar a un auge de proyectos desarrollados sobre la premisa de un barril a entre US$80 y US$100, y en préstamos y emisiones de bonos que valoraban las reservas de las empresas sobre la misma base. Thomas, el analista de Carlyle Group, estima que entre 2009 y 2014 la energía representó dos tercios del aumento de la capacidad industrial de EE.UU.
A finales de 2014, sin embargo, Arabia Saudita dejó de sostener ese precio y aumentó su producción con el fin de recuperar la cuota de mercado que le había arrebatado EE.UU. La producción estadounidense de esquisto ha declinado lentamente, pero la inversión se derrumbó.
Aunque la producción automotriz de EE.UU. creció el año pasado para responder a la demanda de los consumidores de camionetas que gastan mucho combustible, Thomas observa que ese aumento fue más que compensado por una caída en los pedidos de piezas mecanizadas, herramientas de precisión, motores, transmisiones, bombas y otros bienes intermedios de la cadena de producción mundial de commodities.
La ola de ventas se propagó al sistema financiero. Los rendimientos de los bonos de empresas de energía se han disparado y los bancos más pequeños han anunciado importantes provisiones contra sus préstamos a las firmas de energía. El estrés se ha extendido a otros prestatarios: los rendimientos de los bonos emitidos por empresas no energéticas crecieron de 5,3% a mediados de 2014 a 7,7% hoy.
"Los shocks del mercado de crédito del tipo provocado por el colapso de los precios de las materias primas pueden ser muy perjudiciales para las condiciones económicas en general", advierte Thomas.
¿Hasta dónde pueden llegar las consecuencias?
El crecimiento de China parece haberse estabilizado. Sin un contagio mayor, es probable que EE.UU. se salve de una recesión. De todos modos, es probable que este año nos enseñe otra lección acerca de los riesgos de tomar una tendencia por sentado.
Daño colateral
La desaceleración de la economía china y la caída de los precios del crudo y otros commodities se han hecho sentir en EE.UU. en los sectores manufactureros, en las inversiones y en los costos de endeudamiento.
Estos son algunos de los supuestos más preciados de los inversionistas y los gobiernos durante la última década que justificaron billones de dólares de inversión y deuda. La crisis de las hipotecas en EE.UU. y la de la deuda de la zona euro demuestran las consecuencias devastadoras que ocurren cuando tales premisas resultan equivocadas.
Algo similar puede estar ocurriendo ahora. La pronunciada desaceleración del sector industrial chino y de los precios del petróleo han tomado por sorpresa a inversionistas, empresas y autoridades. Eso no quiere decir que se avecine una crisis o una recesión, pero podría significar que la economía y los mercados estadounidenses se verán más afectados que lo que permitiría suponer dada la importancia relativa de China o del petróleo.
Las exportaciones a China constituyen menos de 1% del Producto Interno Bruto anual de EE.UU., que es un importador neto de petróleo, por lo que un descenso de los precios del crudo debería ser positivo.
Algunos economistas estiman que EE.UU. apenas se expandió 0,5% en el cuarto trimestre de 2015. El sector manufacturero podría estar en recesión: durante dos meses, el índice de gerentes de compras que elabora el Instituto de Gestión de Suministros ha estado por debajo de 50, lo que indica una contracción.
Al cierre del miércoles, el mercado de valores de EE.UU. acumulaba una caída de más de 10% desde su máximo, mientras que el Promedio de Transporte Dow Jones y el índice Russell 2000, que sigue el desempeño de pequeñas empresas, retrocedieron 27% y 22%, respectivamente.
Hay que echarle la culpa al drástico cambio de ánimo del mercado.
China es el mayor consumidor mundial de numerosas materias primas: hasta octubre de 2015 representó alrededor de la mitad del consumo mundial de aluminio, cobre, níquel y zinc, de acuerdo con BCA Research, una firma de asesoría de inversión. En 2012, el Fondo Monetario Internacional pronosticó que entre 2015 y 2017 China crecería un promedio de 8,6% al año. Esta clase de predicciones llevó a muchos proveedores a invertir en capacidad adicional, suponiendo que el apetito de China crecería indefinidamente.
No se dieron cuenta de que los propios líderes chinos habían llegado a la conclusión de que ese crecimiento, impulsado por un endeudamiento excesivo, era insostenible. El año pasado, China se expandió cerca de 7% y la meta informal del gobierno para este año es de 6,5%, algo que muchos economistas privados consideran excesivo. Los sectores que más consumen commodities -industria pesada y construcción- han liderado la desaceleración.
"El gasto en desarrollo de recursos se basó en una extrapolación lineal de la demanda china, que como acaba de verse fue demasiado optimista", dice Jason Thomas, director de investigación de Carlyle Group, una firma de private equity.
EE.UU. no vende muchas materias primas directamente a China, pero comercia con países que sí lo hacen. El crecimiento de estos países se desplomó de la mano de los precios de los commodities, generando una fuga de capitales y fortaleciendo el dólar a expensas de las monedas locales. Esto complica a las exportaciones estadounidenses.
El cambio de parecer respecto del petróleo ha sido más drástico. Entre 2011 y principios de 2014 el barril Brent, la referencia global, se ubicó casi siempre por encima de US$100 el barril. "Uno tenía la ilusión de que era sostenible porque la volatilidad era muy baja", dice Paul Cheng, analista de Barclays. "A principios de 2014, el supuesto general de la industria era que no podía caer por debajo de US$90 porque Arabia Saudita lo impediría".
Esto dio lugar a un auge de proyectos desarrollados sobre la premisa de un barril a entre US$80 y US$100, y en préstamos y emisiones de bonos que valoraban las reservas de las empresas sobre la misma base. Thomas, el analista de Carlyle Group, estima que entre 2009 y 2014 la energía representó dos tercios del aumento de la capacidad industrial de EE.UU.
A finales de 2014, sin embargo, Arabia Saudita dejó de sostener ese precio y aumentó su producción con el fin de recuperar la cuota de mercado que le había arrebatado EE.UU. La producción estadounidense de esquisto ha declinado lentamente, pero la inversión se derrumbó.
Aunque la producción automotriz de EE.UU. creció el año pasado para responder a la demanda de los consumidores de camionetas que gastan mucho combustible, Thomas observa que ese aumento fue más que compensado por una caída en los pedidos de piezas mecanizadas, herramientas de precisión, motores, transmisiones, bombas y otros bienes intermedios de la cadena de producción mundial de commodities.
La ola de ventas se propagó al sistema financiero. Los rendimientos de los bonos de empresas de energía se han disparado y los bancos más pequeños han anunciado importantes provisiones contra sus préstamos a las firmas de energía. El estrés se ha extendido a otros prestatarios: los rendimientos de los bonos emitidos por empresas no energéticas crecieron de 5,3% a mediados de 2014 a 7,7% hoy.
"Los shocks del mercado de crédito del tipo provocado por el colapso de los precios de las materias primas pueden ser muy perjudiciales para las condiciones económicas en general", advierte Thomas.
¿Hasta dónde pueden llegar las consecuencias?
El crecimiento de China parece haberse estabilizado. Sin un contagio mayor, es probable que EE.UU. se salve de una recesión. De todos modos, es probable que este año nos enseñe otra lección acerca de los riesgos de tomar una tendencia por sentado.
Daño colateral
La desaceleración de la economía china y la caída de los precios del crudo y otros commodities se han hecho sentir en EE.UU. en los sectores manufactureros, en las inversiones y en los costos de endeudamiento.
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