Pablo Piovano
Íntegramente en blanco y negro, la obra es el producto de un recorrido autogestivo y comprometido de más de 15.000 kilómetros por el norte, el litoral y el centro del país, para mostrar lo incompatibles que buena salud y herbicidas o fungicidas pueden llegar a ser.
“Espero que ayude a despertar la conciencia, que el que venga se vaya con los ojos abiertos, que no tenga más opción de reconocer lo que está sucediendo con nuestra gente”, dijo a Télam el reportero gráfico mientras terminaba de montar las 80 fotografías que integran la colección y podrán verse hasta el 10 de abril en el primer piso de este centro cultural.
Piovano es fotógrafo de Página/12, pero fue por decisión personal y no por encargo de este diario que en 2014 partió en busca de las historias personales que ilustran todo lo que venía leyendo sobre los agrotóxicos en medios independientes y los documentos producidos por la Red de Médicos de Pueblos Fumigados.
Esos textos daban cuenta, por ejemplo, de que el consumo de agrotóxicos aumentó un 983 por ciento en los últimos 25 años mientras la superficie cultivada creció sólo un 50 por ciento, y de que el mapa de las muertes por cáncer coincide casi a la perfección con el de las áreas más intensamente sembradas de soja y, por lo tanto, regadas de productos como el glifosato, recategorizado como cancerígeno por la OMS el año pasado.
“Esas cifras me parecieron increíbles y al darme cuenta de que semejante información no estaba en los grandes medios, sentí que había que salir a mirar lo que estaba pasando y hacer lo que nos toca hacer (a los periodistas): comunicar”, dijo.
Es así que decidió invertir el tiempo de sus vacaciones y su propio dinero para empezar una experiencia como documentalista que lo llevaría, en una primera y segunda etapa, por las provincias de Entre Ríos, Misiones y Chaco; y en una tercera etapa, hasta Santa Fe y Córdoba.
Entre los retratos que más conmueven se encuentra el de Lucas, un niño misionero de tres años que nació con ictiosis, una enfermedad que resquebraja la piel: su madre había manipulado agroquímicos sin protección durante el embarazo y su padre trabajaba en las plantaciones de tabaco.
Más allá se lo puede ver al entrerriano Fabián Tomasi, de 50 años, ex empleado de una empresa de fumigaciones a quien los años de trabajar con venenos de distintas clases le terminaron provocando la polineuropatía tóxica severa con atrofia muscular generalizada que hoy lo mantienen casi piel y huesos, con fuertes dolores y dificultad para desplazarse.
Las imágenes de personas afectadas por malformaciones congénitas, discapacidades intelectuales y motoras, así como distintos tipos de cánceres se suceden en los muros e interpelan desde lo que su trasfondo tiene en común: accidentes en la manipulación de agrotóxicos, fumigaciones cercanas o padres trabajando en campos regados por estos venenos.
“El blanco y negro no permite distracciones, va a lo esencial, a lo verdadero. Y también es poético porque al lado de esta tragedia está también la belleza, que sobre todo la encontré en el amor de las madres que dedican su tiempo a cuidar a sus hijos con discapacidad”, explicó el fotógrafo.
Y el ensayo, además de su popularidad en formato de video en las redes sociales, de los seis premios internacionales y de las varias muestras realizadas o programadas fuera del país, fue muy bien recibido por científicos y comunidades en lucha contra los agrotóxicos.
“Yo sentía que cuando este trabajo estaba circulando, desde el sector académico llegaba cierta gratitud porque las discusiones que se daban quedaban como selladas cuando aparecían las fotos”, dijo Piovano.
La importancia documental adquirida por “El costo humano de los agrotóxicos” es tal que la Red de Médicos de Pueblos Fumigados adjuntó varias de las fotos como pruebas en la cautelar presentada en octubre antes la Comisión Interamericana de Derechos Humanos contra el Estado Argentino para que se proteja el derecho a la salud y a la vida de la población expuesta a agrotóxicos.
“La sociedad no termina de despertar, porque lamentablemente las voces (de alarma) son muchas pero están desperdigadas en pequeños pueblos. Y a la vez es muy complejo, porque esos lugares viven de la soja y muchos se están enriqueciendo, pero a costa de estar matando a sus propios hijos, con lo cual el tejido social y familiar empieza a romperse”, señaló.
“Por otro lado, es un negocio tan grande (el de los fabricantes) que van cooptando todos los espacios y hay poca gente trabajando en libertad, y si lo consiguen es sin recursos”, agregó.
Piovano aseguró que lo que sus fotos demuestran es que “estamos siendo de alguna manera, cuerpos de experimentación” desde que, en 1996, el Estado argentino aprobó el ingreso de semillas transgénicas resistentes al glifosato y dio vía libre al actual sistema agroproductivo que combina estos dos elementos con la siembra directa, “y hoy, 20 años después, tenemos casi una emergencia sanitaria que nadie quiere ver”.
De la inauguración de la muestra, que tendrá lugar mañana a las 19, está previsto que participe uno de sus retratados, Fabián Tomasi; el coordinador de la Red de Médicos de Pueblos Fumigados, Medardo Ávila; y el abogado de esta organización, Darío Ávila.
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