Nueva York. El asesinato de Berta Cáceres en Honduras es en parte responsabilidad de la actual precandidata demócrata Hillary Clinton, acusan expertos al recordar el apoyo implícito que la ex secretaria de Estado brindó a los golpistas en Honduras.
“Hillary Clinton será buena para las mujeres. Pregúntenle a Berta. Pero no pueden. Está muerta….”, recuerda que fue una líder indígena valiente y “opositora al golpe hondureño de 2009 que Hillary Clinton, como secretaria de Estado, hizo posible”, escribió el día del asesinato de Cáceres el reconocido historiador Greg Grandin, profesor de historia en la Universidad de Nueva York, en The Nation.
Clinton, como fue reportado tanto por él como por otros analistas y comprobado después en los correos electrónicos de la entonces secretaria, jugó un papel central en minar el retorno de Manuel Zelaya, el presidente de puesto, “al hacerlo, Clinton se alió con los peores sectores de la sociedad hondureña”, agrega Grandin, dando legitimidad al Congreso golpista.
Zelaya fue secuestrado por militares hondureños armados quienes lo sacaron del país el 28 de junio de 2009, y aunque el acto fue condenado internacionalmente como un golpe, el Departamento de Estado nunca lo calificó como tal, lo cual se interpretó como un apoyo implícito a los golpistas.
Grandin reporta hoy que antes de su asesinato, la propia Cáceres señaló a Clinton como una de las responsables de legitimar el golpe en su país. Cáceres fue una de las voces en demanda del retorno de Zelaya, pero señaló que Clinton promovía una elección de un llamado “gobierno de unidad”.
Cáceres, en una entrevista videograbada en Argentina en 2014, recuerda que “advertimos que eso sería muy peligroso” [ver video: https://www.youtube.com/watch?v=R7vrgwbS074].
Después del golpe se desató una ofensiva represiva contra los movimientos e intereses populares, incluyendo el de Cáceres y su agrupación Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, (Copinh). Se han documentado incesantes asesinatos de activistas, periodistas y defensores de derechos humanos en ese país durante los últimos años. Clinton, en su libro Hard Choices, presenta el caso de Honduras como un gran ejemplo de su manejo pragmático de su política exterior.
“Los nombres de los asesinos de Cáceres aún no se conocen. Pero sabemos quién la mató”, escribe Grandin, señalando la ola de represión contra el trabajo de Copinh, sobre todo su oposición a un megaproyecto hidráulico de una empresa hondureña, DESA, financiada con gran capital extranjero.
De hecho, en su libro, Clinton describe que hizo todo como secretaria de Estado para asegurar que Zelaya no pudiera regresar a la presidencia: “En los días subsecuentes [después del golpe] hablé con mis contrapartes alrededor del hemisferio, incluyendo la secretaria Espinosa en México. Elaboramos
estrategias sobre un plan para restaurar el orden en Honduras y asegurar que elecciónes libres e imparciales podrían realizarse pronto y de manera legítima, lo cual dejaría como irrelevante la cuestión de Zelaya” [ese párrafo ya no aparece en la edición paperback del libro, aparentemente por decision de Clinton].
Pero como recuerda el analista Mark Weisbrot, co director del Center for Economic and Policy Research en Washington y experto en política exterior estadunidense en las Américas, “la cuestión de Zelaya era todo menos irrelevante”, ya que líderes latinoamericanos, la Organización de Naciones Unidas, y otras organizaciones multilaterales condenaron el golpe y exigieron el retorno del presidente legítimo al poder, “La posición desafiante y antidemocrática de Clinton impulsó un deslizamiento hacia abajo en las relaciones estadunidenses con varios países latinoamericanos….”.
En el debate entre los dos precandidatos demócratas el 9 de marzo, algunas preguntas giraron en torno a las deportaciones de familias que huyen de Centroamérica, incluyendo Honduras. En ningún momento reconoció Clinton su papel en el golpe en lo ahora se considera uno de los países más violentos del mundo.
Más aún, evadió cualquier referencia a la obvia relación entre la situación política en Honduras que ayudó a engendrar con la crisis de refugiados que huyen de ese país, solo presentándose como alguien que desea proteger a esos inmigrantes. Tampoco recordó que cuando era secretaria de Estado -tal como acusó su contrincante Bernie Sanders- justificó regresar a menores de edad huyendo de Honduras y otros países centroamericanos para intentar frenar esa ola de migrantes.
Beverly Bell, colaboradora en proyectos con Cáceres durante más de 15 años, comentó al Institute for Public Accuracy que, más que nada, el asesinato de Cáceres tiene que ver con “el continuo apoyo estadunidense y del gobierno de Honduras al robo de tierras y ríos y la inversion mutlinacional”.
Por otro lado, la organización School of the Americas Watch, recordó que el golpe hondureño fue llevado a cabo por egresados de lo que antes se llamaba la Escuela de las Américas, institución castrense estadunidense para la capacitación de militares latinoamericanos.
Grandin concluyó que se debería preguntar a Clinton hoy día “si aún está orgullosa del infierno que ayudó a hacer rutinario en Honduras”.
“Hillary Clinton será buena para las mujeres. Pregúntenle a Berta. Pero no pueden. Está muerta….”, recuerda que fue una líder indígena valiente y “opositora al golpe hondureño de 2009 que Hillary Clinton, como secretaria de Estado, hizo posible”, escribió el día del asesinato de Cáceres el reconocido historiador Greg Grandin, profesor de historia en la Universidad de Nueva York, en The Nation.
Clinton, como fue reportado tanto por él como por otros analistas y comprobado después en los correos electrónicos de la entonces secretaria, jugó un papel central en minar el retorno de Manuel Zelaya, el presidente de puesto, “al hacerlo, Clinton se alió con los peores sectores de la sociedad hondureña”, agrega Grandin, dando legitimidad al Congreso golpista.
Zelaya fue secuestrado por militares hondureños armados quienes lo sacaron del país el 28 de junio de 2009, y aunque el acto fue condenado internacionalmente como un golpe, el Departamento de Estado nunca lo calificó como tal, lo cual se interpretó como un apoyo implícito a los golpistas.
Grandin reporta hoy que antes de su asesinato, la propia Cáceres señaló a Clinton como una de las responsables de legitimar el golpe en su país. Cáceres fue una de las voces en demanda del retorno de Zelaya, pero señaló que Clinton promovía una elección de un llamado “gobierno de unidad”.
Cáceres, en una entrevista videograbada en Argentina en 2014, recuerda que “advertimos que eso sería muy peligroso” [ver video: https://www.youtube.com/watch?v=R7vrgwbS074].
Después del golpe se desató una ofensiva represiva contra los movimientos e intereses populares, incluyendo el de Cáceres y su agrupación Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, (Copinh). Se han documentado incesantes asesinatos de activistas, periodistas y defensores de derechos humanos en ese país durante los últimos años. Clinton, en su libro Hard Choices, presenta el caso de Honduras como un gran ejemplo de su manejo pragmático de su política exterior.
“Los nombres de los asesinos de Cáceres aún no se conocen. Pero sabemos quién la mató”, escribe Grandin, señalando la ola de represión contra el trabajo de Copinh, sobre todo su oposición a un megaproyecto hidráulico de una empresa hondureña, DESA, financiada con gran capital extranjero.
De hecho, en su libro, Clinton describe que hizo todo como secretaria de Estado para asegurar que Zelaya no pudiera regresar a la presidencia: “En los días subsecuentes [después del golpe] hablé con mis contrapartes alrededor del hemisferio, incluyendo la secretaria Espinosa en México. Elaboramos
estrategias sobre un plan para restaurar el orden en Honduras y asegurar que elecciónes libres e imparciales podrían realizarse pronto y de manera legítima, lo cual dejaría como irrelevante la cuestión de Zelaya” [ese párrafo ya no aparece en la edición paperback del libro, aparentemente por decision de Clinton].
Pero como recuerda el analista Mark Weisbrot, co director del Center for Economic and Policy Research en Washington y experto en política exterior estadunidense en las Américas, “la cuestión de Zelaya era todo menos irrelevante”, ya que líderes latinoamericanos, la Organización de Naciones Unidas, y otras organizaciones multilaterales condenaron el golpe y exigieron el retorno del presidente legítimo al poder, “La posición desafiante y antidemocrática de Clinton impulsó un deslizamiento hacia abajo en las relaciones estadunidenses con varios países latinoamericanos….”.
En el debate entre los dos precandidatos demócratas el 9 de marzo, algunas preguntas giraron en torno a las deportaciones de familias que huyen de Centroamérica, incluyendo Honduras. En ningún momento reconoció Clinton su papel en el golpe en lo ahora se considera uno de los países más violentos del mundo.
Más aún, evadió cualquier referencia a la obvia relación entre la situación política en Honduras que ayudó a engendrar con la crisis de refugiados que huyen de ese país, solo presentándose como alguien que desea proteger a esos inmigrantes. Tampoco recordó que cuando era secretaria de Estado -tal como acusó su contrincante Bernie Sanders- justificó regresar a menores de edad huyendo de Honduras y otros países centroamericanos para intentar frenar esa ola de migrantes.
Beverly Bell, colaboradora en proyectos con Cáceres durante más de 15 años, comentó al Institute for Public Accuracy que, más que nada, el asesinato de Cáceres tiene que ver con “el continuo apoyo estadunidense y del gobierno de Honduras al robo de tierras y ríos y la inversion mutlinacional”.
Por otro lado, la organización School of the Americas Watch, recordó que el golpe hondureño fue llevado a cabo por egresados de lo que antes se llamaba la Escuela de las Américas, institución castrense estadunidense para la capacitación de militares latinoamericanos.
Grandin concluyó que se debería preguntar a Clinton hoy día “si aún está orgullosa del infierno que ayudó a hacer rutinario en Honduras”.
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