Fuente: Vice.
Parece moda entre algunos expertos politólogos del Facebook y demás redes sociales opinar sobre el horror y asco que implicaron estas pasadas elecciones para la realidad política mexicana.
"Felicidades, México", dice, sarcásticamente, una amiga enojada. "Le dimos mayoría absoluta al PRI-Verde. Pese a Ayotzinapa, Tlatlaya, la Casa Blanca, Apatzingán, los spots... Híjole".
"La participación fue bajísima [del 46%]", se escribe, por otro lado, en alguna nota viralizable, como diciendo que la democracia por eso está menguada, y la cantidad de dibujitos vulgares y medianamente cómicos que vimos para ilustrar esa inconformidad anulista se volvió el gran lugar común del timeline nuestro de cada día.
Una más: alguien me señaló, como queriendo decir algo, que los votos anulados alcanzaron un 7% de la intención del voto. No sé si con eso quiso decir que la revolución se estaba logrando, pero algo quiso decir. También comparto espacios virtuales con algún par de incomprendidos que piensan que la violencia en Oaxaca y en Chiapas implicó, a su vez, algún tipo de salvación. Proyectadota.
La verdad es que muy poca gente entiende cosas básicas de los procesos electorales. Una tía no entendió la diferencia entre elecciones locales y federales; el Piojo defendió la publicación de sus tuits a pesar de que violan el código mismo de la FIFA y Ciro Gómez Leyva, por ejemplo, dio a la elección un carácter de "triunfal" para el PRI, sin mayor justificación.
En realidad, a pesar de lo que digan los eternos amantes de la tragedia y las teorías de la conspiración, estas elecciones en México fueron extraordinariamente benéficas en muchos aspectos y la mar interesantes. Aquí los porqués:
La participación ciudadana es comparable a la de sistemas democráticos ya maduros
Como dijimos anteriormente, el INE reportó una participación del 46% del padrón electoral. En las elecciones presidenciales del 2012, esta cifra se reportó en 63%, mismo porcentaje que en la elección presidencial de los Estados Unidos ese año.
¿Cuál es la diferencia con nuestros vecinos del norte? Que apenas el 36% votó en sus pasadas elecciones intermedias. La diferencia es absoluta. Sucede lo mismo en Francia, otro sistema presidencial (solamente podemos comparar cosas similares): mientras un 80% de la población votó en las presidenciales, 55% lo hizo para las elecciones parlamentarias.
La realidad es ésa, y es buena, para una democracia incipiente que avanza lenta y llena de obstáculos en términos institucionales: en términos de participación ciudadana, nos comportamos de forma muy similar a los Estados Unidos y tenemos el mismo comportamiento que en Francia.
Cabe notar que en ninguno de estos países el voto es obligatorio y forzado.
La pérdida real del PRI en la cámara baja
No diré que el PRI ha perdido todo en el Congreso de la Unión, ni tampoco sé si esta pérdida es buena o mala. Lo que es cierto es que perdió un 10% de los votos que tuvo en el 2012, y tendrá que gobernar a partir de ahora —sí o sí— con alianzas determinadas. Perdió la mayoría en la cámara baja.
Esto es importante. El presidente tendrá que negociar el avance de cualquier Reforma futura y pendiente con otros actores políticos, mismos que, a partir de esta elección, tienen colores muy distintos a los tradicionales: el PAN ha obtenido los resultados más bajos en su historia reciente, y qué decir del PRD, que se encuentra en la lona y es ya una fuerza política tan importante como la del Verde.
Sin embargo, el PRI, fuerza mayor, tendrá que medir fuerzas con nuevos actores que seguro le darán buena lata política: Morena, Movimiento Ciudadano (uno de los grandes vencedores de la contienda) y Encuentro Social. Todos y cada uno de ellos tienen poder de balanza y negociación, y esto también implica, usando la lógica más elemental, una pluralidad mayor de gobierno.
Foto por Hans-Maximo Musielik, vía.
El triunfo de los candidatos independientes
Habrán muchos que señalarán la "independencia" de Jaime Rodríguez, El Bronco,flamante gobernador electo de Nuevo León, como un truco fácil de un poder empresarial desesperado por ganar algo de terreno en una entidad perdida y complicada como la norteña. Pudiera ser un gran engaño, aunque tenemos que darle el beneficio de la duda. A final de cuentas, es la primera vez que un candidato independiente triunfa en una elección a este nivel, y simbólicamente estamos frente a un antes y después en la vida electoral mexicana. En muchos sentidos, es tan simbólico e importante el triunfo del Bronco como lo fue el de Ernesto Ruffo, primer gobernador de oposición en el país ahí por 1989.
Sin embargo, sería inobjetable decir que El Bronco viene y es de los poderosos, con todo lo que eso puede implicar. Es por eso que el triunfo de Pedro Kumamoto, joven candidato a una diputación local por el X Distrito de Zapopan, es, dentro del contexto de los nuevos candidatos independientes, la gran impronta histórica de esta elección.
Nadie parece darse cuenta, pocos los celebran, pero por fin en México hay un candidato triunfante como el que muchísima de esa masa crítica quiso ver ganar. No es menor. Es, quizá, un punto de inflexión determinante para nuestro futuro político, en donde gente que viene de la gente puede representar, tal cual, a esa misma gente. Y no me estoy burlando de nadie con un bobo juego de palabras.
Pedro Kumamoto, foto vía.
Kumamoto nos ha demostrado que quien quiera puede ser candidato y quien quiera puede ganar una elección.
Lo voy a repetir, como para que lo entiendan los arrepentidos del sistema y los quejosos de cualquier movida política en el país:
Kumamoto nos ha demostrado que quien quiera puede ser candidato y quien quiera puede ganar una elección.
¿Poder para la gente? ¿Un gobierno del pueblo para el pueblo? ¿Gente educada, que entiende los problemas de una localidad, y que gobierna a partir de esa localidad, más allá de abstracciones como, por ejemplo, "la Presidencia"?
Ahí lo tenemos. Y si nos seguimos quejando y no damos apoyo y gusto a proyectos como el de Kumamoto, nuestra oportunidad puede pasar. Es importantísimo y fundamental.
El nivel de discusión
Lo de Kumamoto es extraordinario y es el punto más importante de esta elección. Sin embargo, otra cosa determinante y emocionante es la rápida cultura electoral que vamos aprendiendo en el país.
El simple hecho de que se discuta, acaloradamente, si vale o no la anulación de los votos, que los cuerpos políticos se hayan transformado y que existan ya nociones de candidaturas independientes denota algo que, también, estamos dando por hecho: ahí vamos.
El mundo no cambia de un plumazo ni porque se dibujen un par de vergas en la boleta electoral. El mundo cambia porque avanza, y en esta elección hemos dado muestra de ello.
Vamos lentos, porque tenemos prisa. Todos tranquilos. Yo, esperanzado.
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