Tras los diversos atentados yihadistas en la región, Ghana se perfila como un ejemplo de convivencia entre las diferentes religiones que se profesan en el país
Para hablar con Saliki, no hace falta concertar una cita. Siempre tiene la puerta abierta para sus vecinos. Si no está en casa, se le puede esperar en el patio hasta que llegue. Para él, recibir visitas es algo habitual. Es el jefe de la comunidad musulmana de Akwadum, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de la ciudad sureña de Koforidua, en Ghana.
Saliki vive al lado de la escuela islámica del pueblo, decorada con dibujos de los alumnos. Para él, la escuela es algo más que un centro de enseñanza, es un lugar de encuentro entre todos los vecinos, sin importar la religión que profesen. Algunas familias cristianas han mandado a estudiar allí a sus hijos para que aprendan diferentes culturas e idiomas como el árabe. Saliki destaca: "Las religiones pueden variar, pero nosotros estamos juntos".
Su nombre real es Kassim Musah, pero todo el pueblo le conoce por Saliki, el nombre que utilizan para denominar al jefe de la comunidad. Sin embargo, poco importa cómo sus amigos y vecinos quieran llamarle, lo importante para él es estar al lado de su pueblo.
"Esa es una de las funciones de ser el jefe de la comunidad musulmana", explica, aunque resalta que no solamente ayuda a los que practican su misma religión. "Aquí vivimos todos juntos, estamos mezclados, y no tenemos ningún conflicto". Esta convivencia se traslada también a ámbitos como el de la educación. El propio Saliki es el conductor del autobús escolar de Akwadum Christian Village, una escuela de religión cristiana situada a pocos metros de su casa. "Yo soy musulmán, pero ayudo a Akwadum Christian Village. Y no solo yo, algunos de mis familiares también ayudan allí en lo que pueden".
Un alumno de Akwadum Christian Village reza en las inmediaciones de la escuela religiosa. Valentina Carvajal
Para hablar con Saliki, no hace falta concertar una cita. Siempre tiene la puerta abierta para sus vecinos. Si no está en casa, se le puede esperar en el patio hasta que llegue. Para él, recibir visitas es algo habitual. Es el jefe de la comunidad musulmana de Akwadum, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de la ciudad sureña de Koforidua, en Ghana.
Saliki vive al lado de la escuela islámica del pueblo, decorada con dibujos de los alumnos. Para él, la escuela es algo más que un centro de enseñanza, es un lugar de encuentro entre todos los vecinos, sin importar la religión que profesen. Algunas familias cristianas han mandado a estudiar allí a sus hijos para que aprendan diferentes culturas e idiomas como el árabe. Saliki destaca: "Las religiones pueden variar, pero nosotros estamos juntos".
Su nombre real es Kassim Musah, pero todo el pueblo le conoce por Saliki, el nombre que utilizan para denominar al jefe de la comunidad. Sin embargo, poco importa cómo sus amigos y vecinos quieran llamarle, lo importante para él es estar al lado de su pueblo.
"Esa es una de las funciones de ser el jefe de la comunidad musulmana", explica, aunque resalta que no solamente ayuda a los que practican su misma religión. "Aquí vivimos todos juntos, estamos mezclados, y no tenemos ningún conflicto". Esta convivencia se traslada también a ámbitos como el de la educación. El propio Saliki es el conductor del autobús escolar de Akwadum Christian Village, una escuela de religión cristiana situada a pocos metros de su casa. "Yo soy musulmán, pero ayudo a Akwadum Christian Village. Y no solo yo, algunos de mis familiares también ayudan allí en lo que pueden".
Un alumno de Akwadum Christian Village reza en las inmediaciones de la escuela religiosa. Valentina Carvajal
Según el último censo de Ghana Statistical Census de 2010, en New Juaben (municipio sureño en el que se encuentra Akwadum), hay una mayoría de cristianos, que constituyen el 82% de la población y se dividen en católicos, protestantes, carismáticos y otros cristianos. El 6% de la población del municipio son musulmanes. Los números prácticamente se contradicen en la zona norte del país, donde los musulmanes suponen una amplia mayoría de la población ghanesa.
Esta normalidad y convivencia religiosa se contrapone a lo sucedido a 1.600 kilómetros de distancia, en Nigeria, donde el grupo yihadista Boko Haram siembra el terror en el país por sus actos brutales con el fin de instaurar la yihad, el mismo objetivo perseguido por el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). A Saliki se le endurece el rostro cuando habla de las muertes relacionadas con la religión. No solamente en señal de desaprobación, sino también por extrañeza y desconocimiento. Para él, Ghana está muy alejado del grupo terrorista, tanto en distancia como en ideología. "En muchos sitios los musulmanes entienden que los cristianos son sus enemigos. Para mí es difícil reconocer que hay personas que se están atacando mutuamente con bombas. Eso no lleva a nada. Al fin y al cabo todos somos seres humanos", explica.
El último ataque yihadista fue protagonizado por el grupo Al Murabitún, que atacó un hotel y mató a 23 personas en Burkina Faso, país fronterizo con Ghana por el norte.
El grupo, ligado a Al Qaeda, es el mismo que protagonizó el ataque al hotel en Bamako, Malí, el pasado 20 de noviembre.
A mí me han invitado muchas veces a entierros cristianos, y yo he invitado a vecinos cristianos a fiestas musulmanas
A pesar de la cercanía de Ghana a algunos de los países que fueron víctimas de atentados yihadistas como es el caso de Burkina Faso, el país subsahariano parece ser, hasta el momento, una excepción.
En Ghana, una mayoría de católicos viven al sur del país, mientras que los musulmanes se encuentran al norte. Esta división resulta ser poco estricta, ya que muchas personas musulmanas conviven en el sur con cristianos, como es el caso de Saliki.
La cara de extrañeza de los jóvenes en la ciudad norteña de Tamale, a 600 kilómetros de distancia, se repite al hablar de Boko Haram o los conflictos religiosos en el continente. El joven Faruk hasta tiene dudas cuando le preguntan a qué religión pertenece. Se considera tanto cristiano como musulmán. Una combinación peligrosa, extraña, dirían algunos. Para él, algo normal. "Mi madre era de Kumasi, una región mayoritariamente cristiana, y mi padre de Tamale, de mayoría musulmana. Pero eso no supone ningún problema aquí en Ghana, lo importante es llevar una vida de buena moral y tratar bien a la gente, y a ti mismo”.
Faruk trabaja como chef en un restaurante. Afirma que en la actualidad él tiene más problemas de aceptación social por trabajar como cocinero, un trabajo poco valorado en Ghana, que por la religión a la que pueda pertenecer.
Las diferentes comunidades y religiones hacen algo más que convivir en Ghana, también se invitan mutuamente a diferentes eventos, no importa la religión que profesen. Hasta en los pueblos más pequeños como Akwadum se realizan estas prácticas. "A mí me han invitado muchas veces a entierros cristianos, y yo he invitado a vecinos cristianos a fiestas musulmanas", destaca Saliki.
El punto álgido de estos encuentros es la celebración llamada Akwantu Kesie, que se celebra una vez al año en honor de los migrantes que llegaron a la región sureña. Esas personas dejaron el llamado Old Juaben (hoy en día llamado Ashanti) huyendo de conflictos, y crearon lo que hoy se denomina New Juaben. Para conmemorar el sufrimiento de estas personas, en la celebración se reúnen fieles de las diferentes religiones para rezar conjuntamente y, cada uno a su manera, honra el esfuerzo de sus antepasados.
Sin embargo, la buena convivencia no se reduce solamente a los cristianos y musulmanes. En Ghana también convive un tercer grupo: los tradicionalistas, llamados coloquialmente pegans y que representan una minoría de la población.
Saliki los denomina como las personas "que creen en fantasmas", pero incide de nuevo en la buena convivencia. "Un musulmán puede trabajar en las tierras de un pegan, o al revés, pero al final siempre se reparten las ganancias sin problemas. Estamos todos del mismo bando".
El jefe de la comunidad musulmana es consciente de la importante labor que lleva a cabo en el pueblo, y de su importante papel como imagen conciliadora para sus habitantes. Admite que esta buena relación y convivencia no son comunes en otras regiones del mundo. Desde un punto de vista muy básico, intenta explicar una y otra vez en qué se basan sus ideas respecto a la religión. En un contexto mundial de extremismos religiosos en muchos países del mundo, Saliki explica: "Hay diferentes caminos para llegar a Accra (la capital de Ghana). Unos van por las montañas, otros por la carretera, pero todos te llevan hasta la ciudad, no importa el que escojas. Musulmanes y cristianos podemos escoger caminos distintos, pero siempre nos encontraremos en Accra".
Esta normalidad y convivencia religiosa se contrapone a lo sucedido a 1.600 kilómetros de distancia, en Nigeria, donde el grupo yihadista Boko Haram siembra el terror en el país por sus actos brutales con el fin de instaurar la yihad, el mismo objetivo perseguido por el autodenominado Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés). A Saliki se le endurece el rostro cuando habla de las muertes relacionadas con la religión. No solamente en señal de desaprobación, sino también por extrañeza y desconocimiento. Para él, Ghana está muy alejado del grupo terrorista, tanto en distancia como en ideología. "En muchos sitios los musulmanes entienden que los cristianos son sus enemigos. Para mí es difícil reconocer que hay personas que se están atacando mutuamente con bombas. Eso no lleva a nada. Al fin y al cabo todos somos seres humanos", explica.
El último ataque yihadista fue protagonizado por el grupo Al Murabitún, que atacó un hotel y mató a 23 personas en Burkina Faso, país fronterizo con Ghana por el norte.
El grupo, ligado a Al Qaeda, es el mismo que protagonizó el ataque al hotel en Bamako, Malí, el pasado 20 de noviembre.
A mí me han invitado muchas veces a entierros cristianos, y yo he invitado a vecinos cristianos a fiestas musulmanas
A pesar de la cercanía de Ghana a algunos de los países que fueron víctimas de atentados yihadistas como es el caso de Burkina Faso, el país subsahariano parece ser, hasta el momento, una excepción.
En Ghana, una mayoría de católicos viven al sur del país, mientras que los musulmanes se encuentran al norte. Esta división resulta ser poco estricta, ya que muchas personas musulmanas conviven en el sur con cristianos, como es el caso de Saliki.
La cara de extrañeza de los jóvenes en la ciudad norteña de Tamale, a 600 kilómetros de distancia, se repite al hablar de Boko Haram o los conflictos religiosos en el continente. El joven Faruk hasta tiene dudas cuando le preguntan a qué religión pertenece. Se considera tanto cristiano como musulmán. Una combinación peligrosa, extraña, dirían algunos. Para él, algo normal. "Mi madre era de Kumasi, una región mayoritariamente cristiana, y mi padre de Tamale, de mayoría musulmana. Pero eso no supone ningún problema aquí en Ghana, lo importante es llevar una vida de buena moral y tratar bien a la gente, y a ti mismo”.
Faruk trabaja como chef en un restaurante. Afirma que en la actualidad él tiene más problemas de aceptación social por trabajar como cocinero, un trabajo poco valorado en Ghana, que por la religión a la que pueda pertenecer.
Las diferentes comunidades y religiones hacen algo más que convivir en Ghana, también se invitan mutuamente a diferentes eventos, no importa la religión que profesen. Hasta en los pueblos más pequeños como Akwadum se realizan estas prácticas. "A mí me han invitado muchas veces a entierros cristianos, y yo he invitado a vecinos cristianos a fiestas musulmanas", destaca Saliki.
El punto álgido de estos encuentros es la celebración llamada Akwantu Kesie, que se celebra una vez al año en honor de los migrantes que llegaron a la región sureña. Esas personas dejaron el llamado Old Juaben (hoy en día llamado Ashanti) huyendo de conflictos, y crearon lo que hoy se denomina New Juaben. Para conmemorar el sufrimiento de estas personas, en la celebración se reúnen fieles de las diferentes religiones para rezar conjuntamente y, cada uno a su manera, honra el esfuerzo de sus antepasados.
Sin embargo, la buena convivencia no se reduce solamente a los cristianos y musulmanes. En Ghana también convive un tercer grupo: los tradicionalistas, llamados coloquialmente pegans y que representan una minoría de la población.
Saliki los denomina como las personas "que creen en fantasmas", pero incide de nuevo en la buena convivencia. "Un musulmán puede trabajar en las tierras de un pegan, o al revés, pero al final siempre se reparten las ganancias sin problemas. Estamos todos del mismo bando".
El jefe de la comunidad musulmana es consciente de la importante labor que lleva a cabo en el pueblo, y de su importante papel como imagen conciliadora para sus habitantes. Admite que esta buena relación y convivencia no son comunes en otras regiones del mundo. Desde un punto de vista muy básico, intenta explicar una y otra vez en qué se basan sus ideas respecto a la religión. En un contexto mundial de extremismos religiosos en muchos países del mundo, Saliki explica: "Hay diferentes caminos para llegar a Accra (la capital de Ghana). Unos van por las montañas, otros por la carretera, pero todos te llevan hasta la ciudad, no importa el que escojas. Musulmanes y cristianos podemos escoger caminos distintos, pero siempre nos encontraremos en Accra".
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