Uno de los recientes ganadores del Premio Nobel de Medicina descubrió un medicamento revolucionario tras revisar más de 2.000 antiguas recetas herbales.
El descubrimiento del doctor Tu Youyou, la artemisinina contra la malaria derivada del ajenjo, ha salvado millones de vidas.
Y del opio de los tulipanes, a la quinina del árbol de la quina o la digoxina de la dedalera, hay muchas joyas descubiertas en el pasado que tienen beneficios médicos estables acreditados.
De hecho, en la actualidad hay una rama completa de la ciencia dedicada al estudio de la medicina tradicional, la etnofarmacología.
Pero aislar los ingredientes activos de las plantas no es tan fácil.
Y muchas de estas plantas en su estado natural son venenosas, por lo que fabricar medicamentos útiles para la población requiere planificación y mucha materia prima.
“Tenemos que desarrollar estrategias y hay que tener en cuenta ciertas cosas a la hora de tratar a mucha gente”, explica Michael Heinrich, profesor de farmacognosia (investigación de plantas medicinales) en UCL, Londres.
Pero, para mientras, te traemos una lista de cinco viejos remedios que, de una forma u otra, se emplean todavía hoy.
Asclepia
La savia blanca de esta hierba común, conocida también como algodoncillo, fue descrita por el botánico Nicolas Culpeper, en su libro “Complete Herbalist” publicado en 1826, como “un buen tratamiento contra las verrugas”.
No lo prueben en casa, porque también es un irritante.
La asclepia llegó desde Europa, de donde es originaria, a Australia, donde el bioquímico Jim Aylward la tenía en su jardín.
“Mi madre lo plantó durante 20 años”, dice.
“Siempre me dijo que me lo pusiera en la piel para mejorar las manchas del sol”.
En 1997, el doctor Aylward aisló su ingrediente activo, el mebutate ingenol, que descubrió que era tóxico para los tejidos humanos rápidamente replicados.
Recientes ensayos clínicos de Picato, un gel derivado de la savia de la asclepia, sugieren que es efectivo en detener lesiones en proceso de convertirse en cáncer de piel.
Sanguijuelas
Las sanguijuelas fueron uno de los métodos más civilizados para la extracción de sangre, una forma popular de curar enfermedades-
Para el médico griego Hipócrates, cualquier desequilibrio en los cuatro “humores” del cuerpo (sangre, bilis negra, bilis amarilla y flemas) era una causa de enfermedad.
Y la mejor forma de corregir esto era drenando el exceso de sangre.
Si nos remontamos a la Europa de 1830, las sangraduras eran un gran negocio.
Fue en esa época que la utilización de sanguijuelas para tratar casi todos los achaques alcanzó su cima, con Francia importando cerca de 40 millones al día.
Con el auge de la ciencia “racional”, y sin evidencia para apoyar la práctica, las sangraduras dejaron de practicarse a gran escala.
Pero hospitales como el UCHL, en Londres, utilizan a estos gusanos para drenar el exceso de sangre tras microcirugías, porque ayuda a la curación natural.
Las sanguijuelas pueden utilizarse en los cuidados postoperatorios de trasplantes de piel o tras volver a juntar dedos u orejas perdidos.
Las sanguijuelas producen una proteína que evita la coagulación de la sangre, y esto da tiempo a las venas pequeñas a volver a soldarse.
Gales es ahora el centro de la terapia con sanguijuelas y alberga una fábrica donde se proveen decenas de miles de sanguijuelas medicinales a hospitales de todo el mundo.
Sauce
Tanto los antiguos egipcios como Hipócrates recomendaron utilizar la corteza de sauce para aliviar el dolor.
Su efectividad se probó en un estudio llevado a cabo por la Royal Society en 1763.
Pero no fue hasta 1915 que el gigante farmacéutico Bayer empezó a venderlo como aspirina.
Ahora es objeto de entre 700 y 1.000 estudios clínicos al año.
Avances recientes mostraron que sus efectos van mucho más allá que los de un simple analgésico.
Desde reducir el riesgo de infartos hasta que podría ayudar a prevenir el cáncer, la aspirina es el remedio tradicional que sigue dando beneficios.
Campanillas de invierno
La galantamina, derivada de las campanillas de invierno y utilizada para tartar el Alzheimer, fue investigada en primer lugar por la Unión Soviética, pero la sabiduría popular dice que los búlgaros ya se frotaban las flores en la frente para curar el dolor de cabeza.
El profesor Heinrich dice: “Con toda seguridad lo usaban en la medicina tradicional antes de que los soviéticos empezaran a investigar en los años 50”.
“¿Por qué empezarías a investigar las campanillas de invierno?”
“Tiene que haber una razón para que les prestaran atención en un primer momento”.
Jugo estomacal de las vacas
Una receta para “pomada de ojos” de un libro médico anglosajón de hace mil años, el Bald Leechbook, dice que hay que mezclar ajo, cebolla, vino y bilis de vaca, y dejar la mezcla en una vasija de bronce durante nueve días y nueve noches.
En la actualidad, investigaciones han mostrado que esta pomada mata al Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) en el laboratorio más rápido que el mejor de los antibióticos.
“Los remedios anglosajones no tienen la mejor reputación, pero la idea de que la medicina anglosajona es superstición ha empañado nuestro juicio”, dice Christina Lee, profesora asociada de estudios Vikingos en la Universidad de Nottingham, quien tradujo esta receta.
“Tenemos que librarnos del tufo de la homeopatía y dar a los remedios antiguos la consideración que merecen”.
El descubrimiento del doctor Tu Youyou, la artemisinina contra la malaria derivada del ajenjo, ha salvado millones de vidas.
Y del opio de los tulipanes, a la quinina del árbol de la quina o la digoxina de la dedalera, hay muchas joyas descubiertas en el pasado que tienen beneficios médicos estables acreditados.
De hecho, en la actualidad hay una rama completa de la ciencia dedicada al estudio de la medicina tradicional, la etnofarmacología.
Pero aislar los ingredientes activos de las plantas no es tan fácil.
Y muchas de estas plantas en su estado natural son venenosas, por lo que fabricar medicamentos útiles para la población requiere planificación y mucha materia prima.
“Tenemos que desarrollar estrategias y hay que tener en cuenta ciertas cosas a la hora de tratar a mucha gente”, explica Michael Heinrich, profesor de farmacognosia (investigación de plantas medicinales) en UCL, Londres.
Pero, para mientras, te traemos una lista de cinco viejos remedios que, de una forma u otra, se emplean todavía hoy.
Asclepia
La savia blanca de esta hierba común, conocida también como algodoncillo, fue descrita por el botánico Nicolas Culpeper, en su libro “Complete Herbalist” publicado en 1826, como “un buen tratamiento contra las verrugas”.
No lo prueben en casa, porque también es un irritante.
La asclepia llegó desde Europa, de donde es originaria, a Australia, donde el bioquímico Jim Aylward la tenía en su jardín.
“Mi madre lo plantó durante 20 años”, dice.
“Siempre me dijo que me lo pusiera en la piel para mejorar las manchas del sol”.
En 1997, el doctor Aylward aisló su ingrediente activo, el mebutate ingenol, que descubrió que era tóxico para los tejidos humanos rápidamente replicados.
Recientes ensayos clínicos de Picato, un gel derivado de la savia de la asclepia, sugieren que es efectivo en detener lesiones en proceso de convertirse en cáncer de piel.
Sanguijuelas
Las sanguijuelas fueron uno de los métodos más civilizados para la extracción de sangre, una forma popular de curar enfermedades-
Para el médico griego Hipócrates, cualquier desequilibrio en los cuatro “humores” del cuerpo (sangre, bilis negra, bilis amarilla y flemas) era una causa de enfermedad.
Y la mejor forma de corregir esto era drenando el exceso de sangre.
Si nos remontamos a la Europa de 1830, las sangraduras eran un gran negocio.
Fue en esa época que la utilización de sanguijuelas para tratar casi todos los achaques alcanzó su cima, con Francia importando cerca de 40 millones al día.
Con el auge de la ciencia “racional”, y sin evidencia para apoyar la práctica, las sangraduras dejaron de practicarse a gran escala.
Pero hospitales como el UCHL, en Londres, utilizan a estos gusanos para drenar el exceso de sangre tras microcirugías, porque ayuda a la curación natural.
Las sanguijuelas pueden utilizarse en los cuidados postoperatorios de trasplantes de piel o tras volver a juntar dedos u orejas perdidos.
Las sanguijuelas producen una proteína que evita la coagulación de la sangre, y esto da tiempo a las venas pequeñas a volver a soldarse.
Gales es ahora el centro de la terapia con sanguijuelas y alberga una fábrica donde se proveen decenas de miles de sanguijuelas medicinales a hospitales de todo el mundo.
Sauce
Tanto los antiguos egipcios como Hipócrates recomendaron utilizar la corteza de sauce para aliviar el dolor.
Su efectividad se probó en un estudio llevado a cabo por la Royal Society en 1763.
Pero no fue hasta 1915 que el gigante farmacéutico Bayer empezó a venderlo como aspirina.
Ahora es objeto de entre 700 y 1.000 estudios clínicos al año.
Avances recientes mostraron que sus efectos van mucho más allá que los de un simple analgésico.
Desde reducir el riesgo de infartos hasta que podría ayudar a prevenir el cáncer, la aspirina es el remedio tradicional que sigue dando beneficios.
Campanillas de invierno
La galantamina, derivada de las campanillas de invierno y utilizada para tartar el Alzheimer, fue investigada en primer lugar por la Unión Soviética, pero la sabiduría popular dice que los búlgaros ya se frotaban las flores en la frente para curar el dolor de cabeza.
El profesor Heinrich dice: “Con toda seguridad lo usaban en la medicina tradicional antes de que los soviéticos empezaran a investigar en los años 50”.
“¿Por qué empezarías a investigar las campanillas de invierno?”
“Tiene que haber una razón para que les prestaran atención en un primer momento”.
Jugo estomacal de las vacas
Una receta para “pomada de ojos” de un libro médico anglosajón de hace mil años, el Bald Leechbook, dice que hay que mezclar ajo, cebolla, vino y bilis de vaca, y dejar la mezcla en una vasija de bronce durante nueve días y nueve noches.
En la actualidad, investigaciones han mostrado que esta pomada mata al Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) en el laboratorio más rápido que el mejor de los antibióticos.
“Los remedios anglosajones no tienen la mejor reputación, pero la idea de que la medicina anglosajona es superstición ha empañado nuestro juicio”, dice Christina Lee, profesora asociada de estudios Vikingos en la Universidad de Nottingham, quien tradujo esta receta.
“Tenemos que librarnos del tufo de la homeopatía y dar a los remedios antiguos la consideración que merecen”.
Comentarios
Publicar un comentario