Fuente: El País.
En una de las zonas más remotas y bravas de la Patagonia chilena, donde rara vez transita algún ser humano, han sido halladas al menos 337 ballenas muertas, entre cadáveres y esqueletos. “Quedamos estupefactos, en estado de shock. Nos pareció una imagen apocalíptica. Nunca habíamos visto nada igual”, relata la directora del Centro Científico Huinay, la chileno-alemana Vreni Häussermann, experta en los ecosistemas de esta zona del mundo y responsable del hallazgo. “Todavía hay muchas áreas a las que no pudimos llegar, por lo que es altamente probable que haya más especies muertas”, agrega Haussermann, que junto a la experta Carolina Gutstein realizó una investigación sobre este varamientos de ballenas con barba, uno de los más numerosos de los que tenga conocimiento.
Aunque las causas del suceso todavía no son públicas, puesto que serán publicadas próximamente en la revista National Geographic, la científica adelanta que se ha descartado la acción humana: “Estamos discutiendo causas naturales y de momento no se ve interacción humana. De todas formas, como este 2015 se han registrado mortalidades grandes en otras zonas del Pacífico, Alaska y Columbia Británica, es pertinente que nos preguntemos ¿qué es lo que está pasando?”. “Este varamiento es muy grande. De estas ballenas con barba se conocen muy pocas mortalidades masivas. Normalmente las que mueren en gran cantidad son las con dientes, como los delfines. Pero estas especies son más bien solitarias, no se mueven en grupos”.
El hallazgo se produjo por una casualidad. En abril pasado, Häussermann realizaba una expedición en el marco de un proyecto financiado por el Gobierno de Chile sobre los ecosistemas de la Patagonia. Como siempre se dirige hacia las zonas más remotas, junto a su equipo consiguió una embarcación para llegar hasta el Golfo de las Penas, un lugar caracterizado por los vientos, el fuerte frío y grandes olas. De repente, cuatro de los investigadores bajaron a bucear, entraron a un fiordo y se encontraron con la primera ballena muerta. “Ver una no es nada tan especial, pero después vimos más y más. Toda la costa del fiordo llena de cadáveres”, relata la científica. Contaron más de 20 y, 200 kilómetros al sur, otros cinco cuerpos. En total, considerando los esqueletos, era más de una treintena.
De acuerdo a las muestras de la primera expedición, todo hace suponer que los 337 cadáveres corresponden a ballenas Sei
Como el hallazgo les pareció muy extraño, avisaron a las autoridades y les sugirieron que, como probablemente habían más ballenas, era recomendable realizar un sobrevuelo. El Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) en mayo efectuó una nueva expedición, pero no aérea, junto a la Policía de Investigaciones (PDI) y la Armada. De acuerdo a la científica, este equipo tomó algunas muestras, pero los cuerpos a esa alturas estaban bastante descompuestos. “La meta de su expedición era establecer si había habido causa antropogénica, lo que fue descartado. Nos desilusionó mucho que las propias instituciones no hayan hecho el sobrevuelo”, indica Häussermann.
La científica junto a su compañera Carolina Gutstein, del Consejo de Monumentos Nacionales, consiguieron los fondos con National Geographic para realizar el sobrevuelo. Consideraban que, sin saber la extensión y el área donde habían muertos las ballenas, nunca se iban a poder explicar bien qué había ocurrido. A fines de junio sobrevolaron la zona. Fue entonces cuando realizaron el gran hallazgo: “Trescientos cinco cadáveres de ballenas y huesos de por lo menos 32. Tomamos más de 10.000 fotografías y grabamos horas de vídeos. Sabíamos que íbamos a encontrar más que en abril, pero jamás en estas cantidades. Nos quedamos en el avión contando en voz alta.Había fases en que más de una vez por segundo tuvimos que marcar en el GPS”, señala la directora del Centro Científico Huinay, fundado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Endesa.
En total, indica Häussermann, hay unas cinco acumulaciones, aunque desde el aire observaron ballenas solas y en grupos pequeños. La zona donde encontraron los cuerpos, relata, va desde el Golfo de las Penas hasta Puertos Natales, unos 500 kilómetros de norte a sur. Como no alcanzaron a llegar a todos los sitios que tenían planificado, sin embargo, es altamente probable que haya más cuerpos: “Esta área en tan remota que no se llega en una avioneta sin tener la posibilidad de volver a poner gasolina, lo que en la Patagonia no es posible”, indica la científica.
En agosto pasado consiguieron los recursos para sacar una fotografía satelital que muestra claramente la cantidad de cadáveres: “Las imágenes son impresionantes”, relata. Paralelamente, tardaron meses en hacer los análisis, porque había que estudiar las corrientes y los vientos para hacer modelos de flotación de las ballenas. Sobre las razones que tuvieron para guardar silencio sobre el hallazgo, la científica es enfática: “Los resultados requerían un análisis de tantas fotos y vídeos, era tan complicado, que recién a fines de octubre tuvimos una cifra definitiva. Estamos convencidos de que para ayudar a las ballenas hay que hacer un estudio profundo y bueno, porque es la única forma de que llegue adecuadamente a la gente que toma las decisiones”.
La investigadora explica que resulta fundamental conocer las causas de lo que ocurrió, porque de esa manera se puede conocer si va a ocurrir nuevamente y si es posible evitarlo. De acuerdo a las muestras de la primera expedición, todo hace suponer que los 337 cadáveres corresponden a las ballenas Sei, que acostumbran a habitar en estas zonas gélidas del planeta. La científica relata que son relativamente poco conocidas y que ni siquiera se sabe la población en el hemisferio sur. Son grandes, de unos 16 metros, pero tampoco tanto como las azules.
En la publicación de National Geographic las investigadoras relatarán las causas, discutirán sus implicancias para su conservación, cuántas pueden haber muerto y dónde. Para el próximo enero, la época de verano en el sur del planeta, tienen programada una nueva expedición junto a la Fiscalía de Aysén, que ha reabierto la causa, según señala la científica. “En un lugar tan remoto en la Patagonia que nunca pasa nadie. Es impresionante imaginar que hayan muerto 300 y tantas ballenas, que nadie se haya dado cuenta y que nosotros, que pasábamos por allí por casualidad, hayamos sido los testigos involuntarios de este hecho”.
En una de las zonas más remotas y bravas de la Patagonia chilena, donde rara vez transita algún ser humano, han sido halladas al menos 337 ballenas muertas, entre cadáveres y esqueletos. “Quedamos estupefactos, en estado de shock. Nos pareció una imagen apocalíptica. Nunca habíamos visto nada igual”, relata la directora del Centro Científico Huinay, la chileno-alemana Vreni Häussermann, experta en los ecosistemas de esta zona del mundo y responsable del hallazgo. “Todavía hay muchas áreas a las que no pudimos llegar, por lo que es altamente probable que haya más especies muertas”, agrega Haussermann, que junto a la experta Carolina Gutstein realizó una investigación sobre este varamientos de ballenas con barba, uno de los más numerosos de los que tenga conocimiento.
Aunque las causas del suceso todavía no son públicas, puesto que serán publicadas próximamente en la revista National Geographic, la científica adelanta que se ha descartado la acción humana: “Estamos discutiendo causas naturales y de momento no se ve interacción humana. De todas formas, como este 2015 se han registrado mortalidades grandes en otras zonas del Pacífico, Alaska y Columbia Británica, es pertinente que nos preguntemos ¿qué es lo que está pasando?”. “Este varamiento es muy grande. De estas ballenas con barba se conocen muy pocas mortalidades masivas. Normalmente las que mueren en gran cantidad son las con dientes, como los delfines. Pero estas especies son más bien solitarias, no se mueven en grupos”.
El hallazgo se produjo por una casualidad. En abril pasado, Häussermann realizaba una expedición en el marco de un proyecto financiado por el Gobierno de Chile sobre los ecosistemas de la Patagonia. Como siempre se dirige hacia las zonas más remotas, junto a su equipo consiguió una embarcación para llegar hasta el Golfo de las Penas, un lugar caracterizado por los vientos, el fuerte frío y grandes olas. De repente, cuatro de los investigadores bajaron a bucear, entraron a un fiordo y se encontraron con la primera ballena muerta. “Ver una no es nada tan especial, pero después vimos más y más. Toda la costa del fiordo llena de cadáveres”, relata la científica. Contaron más de 20 y, 200 kilómetros al sur, otros cinco cuerpos. En total, considerando los esqueletos, era más de una treintena.
De acuerdo a las muestras de la primera expedición, todo hace suponer que los 337 cadáveres corresponden a ballenas Sei
Como el hallazgo les pareció muy extraño, avisaron a las autoridades y les sugirieron que, como probablemente habían más ballenas, era recomendable realizar un sobrevuelo. El Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) en mayo efectuó una nueva expedición, pero no aérea, junto a la Policía de Investigaciones (PDI) y la Armada. De acuerdo a la científica, este equipo tomó algunas muestras, pero los cuerpos a esa alturas estaban bastante descompuestos. “La meta de su expedición era establecer si había habido causa antropogénica, lo que fue descartado. Nos desilusionó mucho que las propias instituciones no hayan hecho el sobrevuelo”, indica Häussermann.
La científica junto a su compañera Carolina Gutstein, del Consejo de Monumentos Nacionales, consiguieron los fondos con National Geographic para realizar el sobrevuelo. Consideraban que, sin saber la extensión y el área donde habían muertos las ballenas, nunca se iban a poder explicar bien qué había ocurrido. A fines de junio sobrevolaron la zona. Fue entonces cuando realizaron el gran hallazgo: “Trescientos cinco cadáveres de ballenas y huesos de por lo menos 32. Tomamos más de 10.000 fotografías y grabamos horas de vídeos. Sabíamos que íbamos a encontrar más que en abril, pero jamás en estas cantidades. Nos quedamos en el avión contando en voz alta.Había fases en que más de una vez por segundo tuvimos que marcar en el GPS”, señala la directora del Centro Científico Huinay, fundado por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y Endesa.
En total, indica Häussermann, hay unas cinco acumulaciones, aunque desde el aire observaron ballenas solas y en grupos pequeños. La zona donde encontraron los cuerpos, relata, va desde el Golfo de las Penas hasta Puertos Natales, unos 500 kilómetros de norte a sur. Como no alcanzaron a llegar a todos los sitios que tenían planificado, sin embargo, es altamente probable que haya más cuerpos: “Esta área en tan remota que no se llega en una avioneta sin tener la posibilidad de volver a poner gasolina, lo que en la Patagonia no es posible”, indica la científica.
En agosto pasado consiguieron los recursos para sacar una fotografía satelital que muestra claramente la cantidad de cadáveres: “Las imágenes son impresionantes”, relata. Paralelamente, tardaron meses en hacer los análisis, porque había que estudiar las corrientes y los vientos para hacer modelos de flotación de las ballenas. Sobre las razones que tuvieron para guardar silencio sobre el hallazgo, la científica es enfática: “Los resultados requerían un análisis de tantas fotos y vídeos, era tan complicado, que recién a fines de octubre tuvimos una cifra definitiva. Estamos convencidos de que para ayudar a las ballenas hay que hacer un estudio profundo y bueno, porque es la única forma de que llegue adecuadamente a la gente que toma las decisiones”.
La investigadora explica que resulta fundamental conocer las causas de lo que ocurrió, porque de esa manera se puede conocer si va a ocurrir nuevamente y si es posible evitarlo. De acuerdo a las muestras de la primera expedición, todo hace suponer que los 337 cadáveres corresponden a las ballenas Sei, que acostumbran a habitar en estas zonas gélidas del planeta. La científica relata que son relativamente poco conocidas y que ni siquiera se sabe la población en el hemisferio sur. Son grandes, de unos 16 metros, pero tampoco tanto como las azules.
En la publicación de National Geographic las investigadoras relatarán las causas, discutirán sus implicancias para su conservación, cuántas pueden haber muerto y dónde. Para el próximo enero, la época de verano en el sur del planeta, tienen programada una nueva expedición junto a la Fiscalía de Aysén, que ha reabierto la causa, según señala la científica. “En un lugar tan remoto en la Patagonia que nunca pasa nadie. Es impresionante imaginar que hayan muerto 300 y tantas ballenas, que nadie se haya dado cuenta y que nosotros, que pasábamos por allí por casualidad, hayamos sido los testigos involuntarios de este hecho”.
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