Fuente: Clarin.
El consumo diario de agua potable se redujo cuatro litros por habitante en la Ciudad y el Gran Buenos Aires desde 2012. Ese año cada vecino usaba 277 litros por día y ahora el dispendio es de 273 litros. Son datos oficiales de Aysa –Agua y Saneamientos Argentinos–, empresa proveedora de agua corriente, y que reflejan un cambio de hábito. De acuerdo con una encuesta privada, realizada con motivo del Día Mundial del Agua, 8 de cada 10 residentes en el área metropolitana dijo estar “muy comprometido” con el cuidado de este recurso vital y escaso.
Cada vez se derrocha menos agua. En 2002, cuando el área de distribución era menor y estaba a cargo de la concesionaria privada Aguas Argentinas, cada habitante de la región metropolitana consumía unos 370 litros diarios. Eso significa que el despilfarro se redujo en 97 litros en casi 13 años. La Ciudad y el Gran Buenos Aires están cerca del consumo que se registra en las grandes ciudades de Estados Unidos –entre 280 y 300 litros por día por persona– y de las europeas –alrededor de 200 litros por día por persona–. Todas están muy lejos de la meta que sugiere la Organización Mundial de la Salud: no superar los 50 litros.
Hay varios factores que explican por qué se gasta menos. En Aysa explican que la tecnología ha contribuido a que se consuma menos en el hogar: los lavarropas necesitan menos agua para lavar, hay inodoros “inteligentes” con una doble posición que permite que se cargue la mitad del depósito y también ya son moneda corriente las canillas con sensores que sólo se activan con el movimiento. Algunas empresas buscan mejorar los procesos de producción y elaboran productos que no necesitan tanta agua o que colaboran para que los consumidores utilicen menos, como las lavandinas en gel.
Pero sobre todo, observan en Aysa, el cambio es cultural: “En la escuelas, los chicos aprenden sobre lo importante que es cuidar el agua y se convirtieron en los veedores del uso en los hogares. Llaman la atención de sus padres si ven una canilla abierta, por ejemplo. Parece poco, pero con el tiempo el cambio es evidente y saludable”.
La consultora privada TrialPanel quiso saber qué percepción tienen algunos argentinos respecto del uso del agua. Para eso encuestó online a 694 personas mayores de 35 años, residentes en la Ciudad, el Conurbano o las provincias de Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán y Neuquén. El 45% de los consultados respondió que “hay más conciencia que en años anteriores” sobre el consumo de agua.
También indagaron sobre el uso doméstico. Mientras el año pasado, el 40% de los entrevistados dijo que dejaba correr el agua durante el lavado de platos, ahora el 64% aseguró que cierra el grifo. Sobre la ducha, la mitad de los encuestados dijo que demora entre cinco y diez minutos, y un 26% tarda entre diez y quince. Además, un 16% mencionó que hasta cierra la ducha mientras se baña. El lavado de dientes reveló una conducta altamente responsable: el 82% no deja que corra el agua al cepillarse, un 9% más que el año anterior.
El agua es un elemento vital y escaso: sólo el 3% del total del agua del planeta es dulce y de ese pequeño porcentaje, sólo una parte puede ser potabilizada. Buenos Aires es una ciudad privilegiada porque tiene a mano el Río de la Plata, su gran fuente de agua dulce.
El agua también es un derecho humano. En 2005, la ONU definió como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio reducir para 2015 a la mitad la cantidad de personas sin acceso a agua potable. Pero aún hay 663 millones de personas sin acceso al agua corriente y hay un 68% de la población que tiene acceso a algún tipo de saneamiento.
Según un relevamiento efectuado el año pasado por Naciones Unidas, el escenario va a empeorar: dos tercios de la población del planeta va a sufrir problemas para acceder al agua potable para 2025, una problemática que se transformará en el principal riesgo social y económico. Más datos: el 80% del agua que se consume –unos dos millones de toneladas por día– va a parar a reservorios sin ser tratada. Y ahí juega el factor humano, tanto para disminuir el consumo de agua dulce en los diferentes procesos de transformación industrial –el 70% se utiliza para la agricultura– y su consecuente impacto en el cambio climático como en las pequeñas acciones diarias en el hogar.
El consumo diario de agua potable se redujo cuatro litros por habitante en la Ciudad y el Gran Buenos Aires desde 2012. Ese año cada vecino usaba 277 litros por día y ahora el dispendio es de 273 litros. Son datos oficiales de Aysa –Agua y Saneamientos Argentinos–, empresa proveedora de agua corriente, y que reflejan un cambio de hábito. De acuerdo con una encuesta privada, realizada con motivo del Día Mundial del Agua, 8 de cada 10 residentes en el área metropolitana dijo estar “muy comprometido” con el cuidado de este recurso vital y escaso.
Cada vez se derrocha menos agua. En 2002, cuando el área de distribución era menor y estaba a cargo de la concesionaria privada Aguas Argentinas, cada habitante de la región metropolitana consumía unos 370 litros diarios. Eso significa que el despilfarro se redujo en 97 litros en casi 13 años. La Ciudad y el Gran Buenos Aires están cerca del consumo que se registra en las grandes ciudades de Estados Unidos –entre 280 y 300 litros por día por persona– y de las europeas –alrededor de 200 litros por día por persona–. Todas están muy lejos de la meta que sugiere la Organización Mundial de la Salud: no superar los 50 litros.
Hay varios factores que explican por qué se gasta menos. En Aysa explican que la tecnología ha contribuido a que se consuma menos en el hogar: los lavarropas necesitan menos agua para lavar, hay inodoros “inteligentes” con una doble posición que permite que se cargue la mitad del depósito y también ya son moneda corriente las canillas con sensores que sólo se activan con el movimiento. Algunas empresas buscan mejorar los procesos de producción y elaboran productos que no necesitan tanta agua o que colaboran para que los consumidores utilicen menos, como las lavandinas en gel.
Pero sobre todo, observan en Aysa, el cambio es cultural: “En la escuelas, los chicos aprenden sobre lo importante que es cuidar el agua y se convirtieron en los veedores del uso en los hogares. Llaman la atención de sus padres si ven una canilla abierta, por ejemplo. Parece poco, pero con el tiempo el cambio es evidente y saludable”.
La consultora privada TrialPanel quiso saber qué percepción tienen algunos argentinos respecto del uso del agua. Para eso encuestó online a 694 personas mayores de 35 años, residentes en la Ciudad, el Conurbano o las provincias de Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Tucumán y Neuquén. El 45% de los consultados respondió que “hay más conciencia que en años anteriores” sobre el consumo de agua.
También indagaron sobre el uso doméstico. Mientras el año pasado, el 40% de los entrevistados dijo que dejaba correr el agua durante el lavado de platos, ahora el 64% aseguró que cierra el grifo. Sobre la ducha, la mitad de los encuestados dijo que demora entre cinco y diez minutos, y un 26% tarda entre diez y quince. Además, un 16% mencionó que hasta cierra la ducha mientras se baña. El lavado de dientes reveló una conducta altamente responsable: el 82% no deja que corra el agua al cepillarse, un 9% más que el año anterior.
El agua es un elemento vital y escaso: sólo el 3% del total del agua del planeta es dulce y de ese pequeño porcentaje, sólo una parte puede ser potabilizada. Buenos Aires es una ciudad privilegiada porque tiene a mano el Río de la Plata, su gran fuente de agua dulce.
El agua también es un derecho humano. En 2005, la ONU definió como uno de los Objetivos de Desarrollo del Milenio reducir para 2015 a la mitad la cantidad de personas sin acceso a agua potable. Pero aún hay 663 millones de personas sin acceso al agua corriente y hay un 68% de la población que tiene acceso a algún tipo de saneamiento.
Según un relevamiento efectuado el año pasado por Naciones Unidas, el escenario va a empeorar: dos tercios de la población del planeta va a sufrir problemas para acceder al agua potable para 2025, una problemática que se transformará en el principal riesgo social y económico. Más datos: el 80% del agua que se consume –unos dos millones de toneladas por día– va a parar a reservorios sin ser tratada. Y ahí juega el factor humano, tanto para disminuir el consumo de agua dulce en los diferentes procesos de transformación industrial –el 70% se utiliza para la agricultura– y su consecuente impacto en el cambio climático como en las pequeñas acciones diarias en el hogar.
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