El incidente entre una patrullera argentina y un pesquero chino es el más grave de los últimos años, pero dista de ser el único.
Una serie de disparos bastó para hundir un barco y generar un conflicto diplomático con una de las mayores potencias económicas y militares del mundo. La decisión del patrullero argentino Prefecto Derbes de abrir fuego contra el pesquero de bandera china Lu Yan Yuan, acusado por las autoridades del país sudamericano de violar la zona económica exclusiva frente a Puerto Madryn, en el sur del país, no solo provocó la airada reacción de Pekín, sino que puso sobre la mesa la nebulosa realidad de la pesca ilegal en los mares del sur.
El incidente ocurrió el lunes 14 de marzo, pero ya cuatro días antes la Prefectura Naval Argentina había realizado disparos de advertencia a otros pesqueros en la misma zona, que suelen surcar esas aguas en busca de calamares. En ningún caso se trata de incidentes aislados. Hay registros de detección y captura de barcos chinos en junio de 2013, en 2012, en 2006, en 2005, en 2003 y en 2001. El especialista argentino en conservación marina, Milko Schvartzman, dice a DW que se trata de verdaderas ciudades flotantes, compuestas por hasta 400 embarcaciones que depredan los ecosistemas. La mayoría de las banderas que flamean en esos barcos son de China, Corea del Sur, Taiwán, España y Japón.
No solo en el Atlántico se dan estos casos. En junio de 2015, la Armada de Chile abordó una flota de pesqueros detectada a la altura de la ciudad de Coronel, ante la sospecha de que estuvieran realizando faenas ilegales. Los soldados revisaron las bodegas en busca de evidencia, sin hallar nada. La flota estaba de paso. ¿Hacia dónde se dirigían? Un misterio. “Estos casos no se reportan a la prensa. Lo del hundimiento es extraordinario, pero las persecuciones son regulares. Hace diez días hubo otro caso, uno hollywoodense, con persecución y disparos. ¿Te imaginas si en la huida estos barcos chocan con un crucero con 3.000 pasajeros?”, pregunta Schvartzman.
Competencia desleal
La presencia china en Latinoamérica no se ha limitado a la inyección de capital a países en crisis como la misma Argentina, Brasil o Venezuela. Sus flotas surcan los mares de la región en busca de preciosos recursos pesqueros que, según numerosas denuncias presentadas por grupos ecologistas y empresarios, contaminan, depredan sin control y, además, compiten en el mismo mercado con los bienes explotados por trabajadores argentinos y uruguayos, pero cobrando precios más bajos.
Para evitar un escenario como el que ocurre en el Atlántico, la Organización Regional de Ordenación Pesquera del Pacífico Sur decidió asignar cuotas a sus estados miembros, como una forma de controlar la explotación. De eso se aprovecharon países que no forman parte de dicha organización, y a partir de 2010 llegaron a la región en forma masiva barcos europeos y asiáticos, especialmente de China. La sobreexplotación provocada por la presencia de estas flotas ha determinado que la presencia de peces como la anchoveta, la merluza y el jurel haya disminuido alarmantemente.
La sobreexplotación pone en riesgo el equilibrio ecológico de la región.
El daño no es solo ecológico. Con la pesca de calamar por parte de flotas extranjeras cerca de las costas argentinas, el país pierde unos 550 millones de dólares anuales, según cálculos realizados por Greenpeace. “Un barco pesquero debe cumplir una cantidad enorme de regulaciones: estar bien pintado, tener extintores, cumplir reglas ambientales, sanitarias y respetar la temporada de pesca. Es imposible competir con los barcos ilegales. Nuestros países están compitiendo con barcos que exportan a mitad de precio”, explica Schvartzman.
Un mensaje
Para China el incidente revierte cierta gravedad. Lu Kang, portavoz del Ministerio de Exteriores, dijo que Pekín ve con “seria preocupación” el hundimiento del barco, confirmando que cuatro de los tripulantes están detenidos en Argentina, mientras que los otros 28 fueron rescatados por otros barcos chinos. La cónsul china en Argentina, Liu Xiaojie, confirmó a Deutsche Welle que la embajada se puso en contacto con el gobierno de Mauricio Macri, y reveló que esperan saber a la brevedad del estado de salud de los ciudadanos chinos, “que todavía van camino a Puerto Madryn”.
Allí, el juez federal Hugo Sastre los interrogará. Mientras, Pekín pidió a Buenos Aires “medidas efectivas” para “evitar que vuelva a ocurrir” un incidente similar. “Estas situaciones son decididas al más alto nivel gubernamental, esto claramente ocurrió con el visto bueno de las autoridades, que quieren dar un mensaje a estos barcos”, piensa Schvartzman, quien también cree necesaria una mayor coordinación con el gobierno de Uruguay para impedir que estas flotas pesqueras gigantes, en las que trabajan hasta 10.000 personas “en condiciones de esclavitud”, sigan depredando los mares del sur.
Una serie de disparos bastó para hundir un barco y generar un conflicto diplomático con una de las mayores potencias económicas y militares del mundo. La decisión del patrullero argentino Prefecto Derbes de abrir fuego contra el pesquero de bandera china Lu Yan Yuan, acusado por las autoridades del país sudamericano de violar la zona económica exclusiva frente a Puerto Madryn, en el sur del país, no solo provocó la airada reacción de Pekín, sino que puso sobre la mesa la nebulosa realidad de la pesca ilegal en los mares del sur.
El incidente ocurrió el lunes 14 de marzo, pero ya cuatro días antes la Prefectura Naval Argentina había realizado disparos de advertencia a otros pesqueros en la misma zona, que suelen surcar esas aguas en busca de calamares. En ningún caso se trata de incidentes aislados. Hay registros de detección y captura de barcos chinos en junio de 2013, en 2012, en 2006, en 2005, en 2003 y en 2001. El especialista argentino en conservación marina, Milko Schvartzman, dice a DW que se trata de verdaderas ciudades flotantes, compuestas por hasta 400 embarcaciones que depredan los ecosistemas. La mayoría de las banderas que flamean en esos barcos son de China, Corea del Sur, Taiwán, España y Japón.
No solo en el Atlántico se dan estos casos. En junio de 2015, la Armada de Chile abordó una flota de pesqueros detectada a la altura de la ciudad de Coronel, ante la sospecha de que estuvieran realizando faenas ilegales. Los soldados revisaron las bodegas en busca de evidencia, sin hallar nada. La flota estaba de paso. ¿Hacia dónde se dirigían? Un misterio. “Estos casos no se reportan a la prensa. Lo del hundimiento es extraordinario, pero las persecuciones son regulares. Hace diez días hubo otro caso, uno hollywoodense, con persecución y disparos. ¿Te imaginas si en la huida estos barcos chocan con un crucero con 3.000 pasajeros?”, pregunta Schvartzman.
Competencia desleal
La presencia china en Latinoamérica no se ha limitado a la inyección de capital a países en crisis como la misma Argentina, Brasil o Venezuela. Sus flotas surcan los mares de la región en busca de preciosos recursos pesqueros que, según numerosas denuncias presentadas por grupos ecologistas y empresarios, contaminan, depredan sin control y, además, compiten en el mismo mercado con los bienes explotados por trabajadores argentinos y uruguayos, pero cobrando precios más bajos.
Para evitar un escenario como el que ocurre en el Atlántico, la Organización Regional de Ordenación Pesquera del Pacífico Sur decidió asignar cuotas a sus estados miembros, como una forma de controlar la explotación. De eso se aprovecharon países que no forman parte de dicha organización, y a partir de 2010 llegaron a la región en forma masiva barcos europeos y asiáticos, especialmente de China. La sobreexplotación provocada por la presencia de estas flotas ha determinado que la presencia de peces como la anchoveta, la merluza y el jurel haya disminuido alarmantemente.
La sobreexplotación pone en riesgo el equilibrio ecológico de la región.
El daño no es solo ecológico. Con la pesca de calamar por parte de flotas extranjeras cerca de las costas argentinas, el país pierde unos 550 millones de dólares anuales, según cálculos realizados por Greenpeace. “Un barco pesquero debe cumplir una cantidad enorme de regulaciones: estar bien pintado, tener extintores, cumplir reglas ambientales, sanitarias y respetar la temporada de pesca. Es imposible competir con los barcos ilegales. Nuestros países están compitiendo con barcos que exportan a mitad de precio”, explica Schvartzman.
Un mensaje
Para China el incidente revierte cierta gravedad. Lu Kang, portavoz del Ministerio de Exteriores, dijo que Pekín ve con “seria preocupación” el hundimiento del barco, confirmando que cuatro de los tripulantes están detenidos en Argentina, mientras que los otros 28 fueron rescatados por otros barcos chinos. La cónsul china en Argentina, Liu Xiaojie, confirmó a Deutsche Welle que la embajada se puso en contacto con el gobierno de Mauricio Macri, y reveló que esperan saber a la brevedad del estado de salud de los ciudadanos chinos, “que todavía van camino a Puerto Madryn”.
Allí, el juez federal Hugo Sastre los interrogará. Mientras, Pekín pidió a Buenos Aires “medidas efectivas” para “evitar que vuelva a ocurrir” un incidente similar. “Estas situaciones son decididas al más alto nivel gubernamental, esto claramente ocurrió con el visto bueno de las autoridades, que quieren dar un mensaje a estos barcos”, piensa Schvartzman, quien también cree necesaria una mayor coordinación con el gobierno de Uruguay para impedir que estas flotas pesqueras gigantes, en las que trabajan hasta 10.000 personas “en condiciones de esclavitud”, sigan depredando los mares del sur.
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