Fuente: Télam.
Cuando llegó a Munich desde Siria hace dos años, Ahmed Abu Varad no se imaginaba que un día Alemania recibiría con los brazos abiertos una ola de refugiados que igual que él huyeron de la guerra, el hambre y la miseria.
Desconoce cuáles son las razonas del cambio y si será duradero, pero trata de convencer a sus compatriotas y a otros refugiados que llegan de zonas de conflicto como Irak, Afganistán y Somalia para que se queden en territorio alemán.
“Alemania, Alemania”, les grita al verlos subir a un colectivo que los llevará desde la estación de Munich a un centro de acogida de refugiados.
Ahmed, de 35 años, llegó por el mismo camino que cientos de miles de refugiados que atraviesan el mar Mediterráneo y suben por tierra desde la frontera sur con el sueño de poner pie en los países económicamente más poderosos de Europa.
"Hubo un cambio en el discurso, en la forma en que los dirigentes hablan de los refugiados, pero no se han producido modificaciones desde la perspectiva legal"
Stephan Siebert, investigador en inmigración del Instituto de Población y Desarrollo de Berlín
"En Siria era chef en un restaurante cinco estrellas, pero huí de la guerra junto a mi esposa y un bebé. Ahora tengo trabajo y un permiso de residencia de tres años", explica Ahmed. "Ellos -los recién llegados- tienen que aprovechar la ayuda de gente y de las autoridades, ante era mucho más duro", apunta.
Mientras algunos países se resisten a los planes propuestos hoy por la Unión Europea (UE) de distribuir entre los 28 Estados miembros a unos 160.000 refugiados alertando sobre la posible consecuencia de un "efecto llamada", Alemania sorprendió a todos anunciando ayer que está en condiciones de recibir a medio millón de solicitantes de asilo durante algunos años.
La canciller alemana, Angela Merkel, argumentó que se trata de un "deber moral" y advirtió al resto de socios europeos que la respuesta a la crisis de los refugiados es un desafío a los valores de la UE.
Puede parecer que se trata de un giro radical, pero la crisis de refugiados ha sido también una ventana de oportunidad para el gobierno de Merkel, quien al parecer habría decidido postularse para un cuarto mandato en las elecciones previstas para septiembre de 2017.
"Hubo un cambio en el discurso, en la forma en que los dirigentes hablan de los refugiados, pero no se han producido modificaciones desde la perspectiva legal en base a las condiciones en que los solicitantes de asilo son aceptados", dijo a Télam el especialista Stephan Siebert, investigador en inmigración del Instituto de Población y Desarrollo de Berlín.
"Los alemanes estaban decepcionados porque Merkel no había actuado de forma clara respecto a esta crisis y ahora, que se ha visto presionada, tomó una decisión que probablemente sea buena", añadió el especialista alemán.
La tasa de desempleo de Alemania está actualmente en el 4,8%, una de las más bajas de la UE, y los expertos llevan tiempo advirtiendo que debido al envejecimiento de la población el país necesitará en el futuro cubrir las necesidades de mano de obra con cerca de 500.000 inmigrantes por año, precisamente la cifra recogida por el gobierno alemán.
"El debate no puede separarse. En los últimos años, hubo una discusión muy importante sobre las necesidades de mano de obra. Ahora Alemania se ha hecho la idea de que necesitamos inmigración. Si se combinan bien estas dos situaciones se puede crear una situación 'win-win' (en la que todos ganan)", señala Siebert.
No obstante, el experto advierte que "hay muchos desafíos por delante antes de que estas personas puedan tener un empleo decente en Alemania".
Debido al envejecimiento de la población, Alemania necesitará en el futuro cubrir las necesidades de mano de obra con cerca de 500.000 inmigrantes por año
"Hay muchos refugiados cualificados, pero la mayoría puede no estarlo, y la lengua es un problema", advierte. Además, deben afrontar el proceso de solicitud de asilo que suele ser tedioso y durar años. En el caso de Ahmed fueron dos años y medio.
La mayoría de los ciudadanos alemanes apoyan la decisión de Merkel de dar asilo a las personas que huyen de la guerra y la persecución política en sus países, según las encuestas.
Algunos analistas sostienen que las historias y las imágenes recientes de estas personas desesperadas, dispuestas a arriesgar sus vidas, generaron empatía y contribuyeron a una percepción positiva respecto a los refugiados.
"La mayoría son jóvenes fuertes, con estudios, y que han mostrado que tienen ganas de luchar. Si el gobierno los ayuda para que aprendan alemán, no tendrán problemas en encontrar trabajo e integrarse", dice Amina, una joven musulmana cuya opinión alimenta esta hipótesis.
Sin embargo, no todos están a favor de la decisión del gobierno alemán de abrir las puertas a las personas que necesitan un nuevo hogar. En los últimos meses, grupos de neonazis atacaron varios albergues de refugiados en respuesta a las ayudas para los extranjeros.
La ola de xenofobia hizo saltar las alarmas respecto a la necesidad de seguir luchando contra esta lacra en un país muy sensible a la intolerancia debido a los recuerdos, aún frescos, de las atrocidades de los nazis.
"Es difícil decir cuán tolerantes son los alemanes. Existe un sector que está fuertemente en contra de los inmigrantes y refugiados, que representa el 5 o el 6% del electorado en los partidos de extrema derecha, pero también hay mucha gente que está a favor y que cree que es un deber moral ayudar a los refugiados", subraya el experto en migraciones del instituto berlinés.
Si bien la intolerancia sigue siendo un problema, Alemania ha avanzado mucho en este aspecto en las últimas décadas.
"Hoy me siento mucho más libre que cuando llegué", dice Arnold, un refugiado que arribó a Alemania junto con su familia hace veinte años desde Togo, África.
"Creo que la sociedad es mucho más abierta, y el trato humillante de otras épocas hacia inmigrantes, sobretodo a las personas de piel negra como yo, son una excepción", asegura.
"Si los nuevos refugiados se quieren quedar en Alemania, aquí los van a ayudar. A mí me ayudaron, pude estudiar y estoy muy feliz", afirma Arnold antes de despedirse y marcharse hacia Stuttgart.
Cansado, arrastrando los pies, de la mano de su esposa Hibe y empujando el carrito de su bebé de diez meses, Omar Mohamed acaba de llegar a las estación de Munich en un tren que proviene de Austria.
“En Siria trabajaba en un banco”, responde, preguntado sobre el pasado que dejó atrás, en medio de las bombas. Él pregunta, preocupado, si es mejor quedarse aquí en Alemania o irse a Finlandia. Lo que no sabe, porque es una sorpresa, es que Alemania ésta vez quiere que se quede.
Cuando llegó a Munich desde Siria hace dos años, Ahmed Abu Varad no se imaginaba que un día Alemania recibiría con los brazos abiertos una ola de refugiados que igual que él huyeron de la guerra, el hambre y la miseria.
Desconoce cuáles son las razonas del cambio y si será duradero, pero trata de convencer a sus compatriotas y a otros refugiados que llegan de zonas de conflicto como Irak, Afganistán y Somalia para que se queden en territorio alemán.
“Alemania, Alemania”, les grita al verlos subir a un colectivo que los llevará desde la estación de Munich a un centro de acogida de refugiados.
Ahmed, de 35 años, llegó por el mismo camino que cientos de miles de refugiados que atraviesan el mar Mediterráneo y suben por tierra desde la frontera sur con el sueño de poner pie en los países económicamente más poderosos de Europa.
"Hubo un cambio en el discurso, en la forma en que los dirigentes hablan de los refugiados, pero no se han producido modificaciones desde la perspectiva legal"
Stephan Siebert, investigador en inmigración del Instituto de Población y Desarrollo de Berlín
"En Siria era chef en un restaurante cinco estrellas, pero huí de la guerra junto a mi esposa y un bebé. Ahora tengo trabajo y un permiso de residencia de tres años", explica Ahmed. "Ellos -los recién llegados- tienen que aprovechar la ayuda de gente y de las autoridades, ante era mucho más duro", apunta.
Mientras algunos países se resisten a los planes propuestos hoy por la Unión Europea (UE) de distribuir entre los 28 Estados miembros a unos 160.000 refugiados alertando sobre la posible consecuencia de un "efecto llamada", Alemania sorprendió a todos anunciando ayer que está en condiciones de recibir a medio millón de solicitantes de asilo durante algunos años.
La canciller alemana, Angela Merkel, argumentó que se trata de un "deber moral" y advirtió al resto de socios europeos que la respuesta a la crisis de los refugiados es un desafío a los valores de la UE.
Puede parecer que se trata de un giro radical, pero la crisis de refugiados ha sido también una ventana de oportunidad para el gobierno de Merkel, quien al parecer habría decidido postularse para un cuarto mandato en las elecciones previstas para septiembre de 2017.
"Hubo un cambio en el discurso, en la forma en que los dirigentes hablan de los refugiados, pero no se han producido modificaciones desde la perspectiva legal en base a las condiciones en que los solicitantes de asilo son aceptados", dijo a Télam el especialista Stephan Siebert, investigador en inmigración del Instituto de Población y Desarrollo de Berlín.
"Los alemanes estaban decepcionados porque Merkel no había actuado de forma clara respecto a esta crisis y ahora, que se ha visto presionada, tomó una decisión que probablemente sea buena", añadió el especialista alemán.
La tasa de desempleo de Alemania está actualmente en el 4,8%, una de las más bajas de la UE, y los expertos llevan tiempo advirtiendo que debido al envejecimiento de la población el país necesitará en el futuro cubrir las necesidades de mano de obra con cerca de 500.000 inmigrantes por año, precisamente la cifra recogida por el gobierno alemán.
"El debate no puede separarse. En los últimos años, hubo una discusión muy importante sobre las necesidades de mano de obra. Ahora Alemania se ha hecho la idea de que necesitamos inmigración. Si se combinan bien estas dos situaciones se puede crear una situación 'win-win' (en la que todos ganan)", señala Siebert.
No obstante, el experto advierte que "hay muchos desafíos por delante antes de que estas personas puedan tener un empleo decente en Alemania".
Debido al envejecimiento de la población, Alemania necesitará en el futuro cubrir las necesidades de mano de obra con cerca de 500.000 inmigrantes por año
"Hay muchos refugiados cualificados, pero la mayoría puede no estarlo, y la lengua es un problema", advierte. Además, deben afrontar el proceso de solicitud de asilo que suele ser tedioso y durar años. En el caso de Ahmed fueron dos años y medio.
La mayoría de los ciudadanos alemanes apoyan la decisión de Merkel de dar asilo a las personas que huyen de la guerra y la persecución política en sus países, según las encuestas.
Algunos analistas sostienen que las historias y las imágenes recientes de estas personas desesperadas, dispuestas a arriesgar sus vidas, generaron empatía y contribuyeron a una percepción positiva respecto a los refugiados.
"La mayoría son jóvenes fuertes, con estudios, y que han mostrado que tienen ganas de luchar. Si el gobierno los ayuda para que aprendan alemán, no tendrán problemas en encontrar trabajo e integrarse", dice Amina, una joven musulmana cuya opinión alimenta esta hipótesis.
Sin embargo, no todos están a favor de la decisión del gobierno alemán de abrir las puertas a las personas que necesitan un nuevo hogar. En los últimos meses, grupos de neonazis atacaron varios albergues de refugiados en respuesta a las ayudas para los extranjeros.
La ola de xenofobia hizo saltar las alarmas respecto a la necesidad de seguir luchando contra esta lacra en un país muy sensible a la intolerancia debido a los recuerdos, aún frescos, de las atrocidades de los nazis.
"Es difícil decir cuán tolerantes son los alemanes. Existe un sector que está fuertemente en contra de los inmigrantes y refugiados, que representa el 5 o el 6% del electorado en los partidos de extrema derecha, pero también hay mucha gente que está a favor y que cree que es un deber moral ayudar a los refugiados", subraya el experto en migraciones del instituto berlinés.
Si bien la intolerancia sigue siendo un problema, Alemania ha avanzado mucho en este aspecto en las últimas décadas.
"Hoy me siento mucho más libre que cuando llegué", dice Arnold, un refugiado que arribó a Alemania junto con su familia hace veinte años desde Togo, África.
"Creo que la sociedad es mucho más abierta, y el trato humillante de otras épocas hacia inmigrantes, sobretodo a las personas de piel negra como yo, son una excepción", asegura.
"Si los nuevos refugiados se quieren quedar en Alemania, aquí los van a ayudar. A mí me ayudaron, pude estudiar y estoy muy feliz", afirma Arnold antes de despedirse y marcharse hacia Stuttgart.
Cansado, arrastrando los pies, de la mano de su esposa Hibe y empujando el carrito de su bebé de diez meses, Omar Mohamed acaba de llegar a las estación de Munich en un tren que proviene de Austria.
“En Siria trabajaba en un banco”, responde, preguntado sobre el pasado que dejó atrás, en medio de las bombas. Él pregunta, preocupado, si es mejor quedarse aquí en Alemania o irse a Finlandia. Lo que no sabe, porque es una sorpresa, es que Alemania ésta vez quiere que se quede.
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